¿Sin Gobierno?
Entre gobiernos en funciones, débiles o sin base parlamentaria coherente, llevamos ya cuatro años perdidos
A veces me pregunto si necesitamos un Gobierno en plenitud de sus competencias porque lo cierto es que no lo tenemos desde hace cuatro años: o tenemos gobiernos en funciones, o gobiernos débiles o gobiernos sin base parlamentaria sólida y coherente. Veamos.
En efecto, el 21 de diciembre de 2015 se celebraron elecciones generales apurando un mandato que provenía de los comicios de 2011 que dieron mayoría absoluta al PP. Ciertamente, entre 2011 y 2015 el gobierno Rajoy tuvo un respaldo parlamentario más que sólido. Pero en las elecciones de 2015 en este país habían ya cambiado algunas cosas, entre ellas, y fundamental para entender lo que nos sucede desde entonces, pasar en el ámbito nacional del bipartidismo al multipartidismo debido a la irrupción de Podemos y Ciudadanos, primero, y Vox hace unos meses.
Quedó entonces claro que los pactos entre partidos no iban a resultar fáciles, no por el multipartidismo recién surgido, sino porque la mentalidad de los políticos españoles, de los viejos partidos y, curiosamente, también de los nuevos, estaba aún anclada en los esquemas derivados del bipartidismo anterior. Ahora, cuatro años después, todo ello se confirma. El penoso espectáculo actual en el que los pactos consisten en intercambios de cargos en lugar de acuerdos sobre programas basados en reformas que les aproximen porque sus principios y valores están cercanos, muestra bien a las claras que nuestros políticos en general, y algunos en particular, no conocen las reglas básicas de lo que es un parlamentarismo multipartidista.
Demos un breve repaso a estos cuatro años anteriores. Situémonos a fines de 2015, tras las elecciones de diciembre de aquel año. Rajoy, aún siendo el PP el partido más votado, también el más aislado y, por tanto, con menor capacidad de llegar a acuerdos con los demás, rechazó la propuesta del Rey para intentar alcanzar la investidura. Fue entonces cuando Pedro Sánchez aceptó el reto de ser investido y elaboró con Ciudadanos un programa común. Sin embargo, las dos formaciones no lograron los apoyos parlamentarios necesarios. Transcurridos los dos meses constitucionalmente preceptivos, el Rey disolvió las cámaras y convocó nuevas elecciones. Fue la primera investidura fallida de la democracia.
Estas nuevas elecciones no cambiaron sustancialmente el panorama. Al fin, Rajoy y Rivera llegaron a un acuerdo, bastante genérico, pero suficiente para investir al primero a fines de octubre de 2016. De hecho, se había perdido un año y, lo que es peor, el nuevo Gobierno del PP nacía seriamente debilitado, sin un decidido apoyo parlamentario por parte de Ciudadanos.
En esta situación, se tuvieron que afrontar los difíciles meses de la “revuelta catalana” en septiembre y octubre de 2017. Hubo unidad entre el Gobierno del PP, el PSOE y Ciudadanos, los tres partidos situados en el centro del sistema político, en aplicar el artículo 155 de la Constitución. Sin embargo, esta medida se adoptó tarde y mal: no impidió que se cometieran delitos contra la Constitución, algunos de los más altos responsables de la Generalitat fueron detenidos y procesados mientras otros se fugaban al extranjero. Por todo ello la situación de Cataluña empeoró.
En este contexto, se interpuso por sorpresa una moción de censura contra el presidente Rajoy que, al paso de los días, contó con apoyos heterogéneos y contradictorios pero numéricamente suficientes para derribarle y quedar así investido Pedro Sánchez como nuevo presidente. El programa de gobierno de quienes apoyaron la moción era, de hecho, inexistente, a excepción del acuerdo en el lema “hay que echar a Rajoy”. Parecía, por tanto, que el nuevo presidente convocaría elecciones a la vuelta del verano. No fue así. Sánchez ha alargado su mandato hasta hoy. Otro año perdido, como mínimo, porque no está claro cuándo se formará gobierno, cuál será su composición y apoyos, o si vamos a nuevas elecciones. Entre gobiernos en funciones, débiles o sin base parlamentaria coherente, llevamos ya, de hecho, cuatro años sin gobiernos eficaces, cuatro años perdidos.
Los partidos y los políticos se quejan porque los ciudadanos les critican y rechazan porque no son serios ni responsables. Probablemente, a la vista de los hechos, tienen razón. ¿Seguiremos tardando en formar gobierno? ¿Seguirá siendo tan incoherente y débil como el actual en funciones? ¿Cuándo aprenderán los políticos las reglas del parlamentarismo? ¿Vamos a estar otros cuatro años sin un gobierno estable y sólido? Alarmados, no esperamos lo peor, pero tampoco está en el horizonte, tal como van las cosas, una mejora de la situación.
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