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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Águila bicéfala y 155

La monarquía parlamentaria es, constitucionalmente, un sine quan non del pluralismo. Lo contrario son la ANC y el 155

Rueda de prensa de la candidatura 'Les cambres: eines de país'.
Rueda de prensa de la candidatura 'Les cambres: eines de país'.joan sánchez

La anestesia intensiva aplicada al Parlament de Cataluña permite, de una parte, denunciar hipotéticos déficits democráticos de España y, de otra, no asumir que la parálisis de la vida parlamentaria catalana es una anomalía intrínseca, provocada por la vía muerta en la que la política secesionista, la vida institucional monopolizada y el caos político-jurídico han dejado a la sociedad catalana. En el despacho de un alto cargo de la Generalitat están o estaban colgados a la vez los retratos de los dos presidentes más recientes de la institución: Quim Torra y Carles Puigdemont. Tal vez se trate un arrebato de nostalgia por el águila bicéfala del imperio austrohúngaro o por el sistema consular de la antigua república romana. En este caso, Quim Torra es la acefalia institucional y Puigdemont un ex máximo representante del Estado en Cataluña que se ha fugado a Waterloo para no acudir ante los tribunales.

Sabemos quien de los dos manda más pero no sabemos hasta qué punto la ANC manda más que los dos. Estamos ante un volte face porque donde el independentismo hablaba, en forma eufemística, de crear estructuras de Estado ahora la ANC proclama una estrategia okupa de instituciones económicas como la Cámara de Comercio de Barcelona, cuando no otras de envergadura similar. En el caso de que la nueva presidencia de la Cámara proclame la república catalana y pueda tener eco desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona por parte de un alcalde de ERC, habrá que ver cómo el Gobierno de Pedro Sánchez y un Senado con mayoría socialista aplicarán el 155 y con qué grado de intensidad.

En el mundo económico se ha dado una flaqueza, a veces comprensible, a la hora de advertir al liderato secesionista de hasta qué punto su objetivo anticonstitucional y maximalista pone en riesgo el crecimiento económico, la seguridad jurídica, la estabilidad, las inversiones y el espíritu de iniciativa. La Generalitat business friendly cerró la ventanilla el día que Artur Mas tuvo que ir en helicóptero al hemiciclo de una Ciutadella asediada por las protestas provocadas por los cortes sociales. Luego, el soberanismo pensó que, con un Estado debilitado a causa de la crisis de 2008, era el momento de sumarse a un malestar que, desde luego, no era unívocamente nacionalista. La masa había reaparecido en la vida pública, a modo de enjambres cuyos circuitos, en parte espontáneos y en parte con métodos de agitación, responden a una suma de tuits y de emocionalismo que, a falta de contraargumentaciones y por indecisión a la hora de reaccionar, acabó desembocando en la votación ilegal del 1-O. Ahí ya estaba la ANC, tuneada, con abundante combustible, sobrecargada de manipulación y fanatismo.

Discutir sobre si la monarquía sale más barata o más cara que la república es una discusión de sala de billar ateneísta

Con la autodestrucción de la vía parlamentaria en España, que había sido una de las estrategias más razonables del nacionalismo catalán, el peso de Cataluña queda troceado de modo casi irremediable. Desde los escaños de ERC o Junts per Catalunya en Madrid la inoperancia es la misma. Y, ahora, buscar el choque con la monarquía parlamentaria viene siendo uno de los errores más graves que puede cometer la Cataluña que pretende centrifugar la coherencia hispánica y dejar de lado a la ciudadanía que desea todo lo contrario.

¿Hay que dar por hecho que los cientos de miles de votos de ERC significan una mutación republicana de la Cataluña que, a tientas y a ciegas, cree que de modo mágico el partido de Macià y Companys puede sustituir ahora lo que fue el pujolismo? Más bien no. Ciertamente, nunca faltarán en nombre de la discrepancia crítica los republicanos de nueva planta, aunque sus razones de ser ostenten el deterioro conceptual de las inercias de vieja planta. Así se cimbrean, se ajan y finalmente caducan las palmeras exóticas hasta que la jardinería municipal procede al trasplante. En el debate sobre el accidentalismo o la sustancialidad de los regímenes, la posición de los republicanos de nueva planta es más bien anecdótica. Discutir sobre si la monarquía sale más barata o más cara que la república es una discusión de sala de billar ateneísta. Donde los republicanos de nueva planta ven una restricción de la voluntad soberana de los ciudadanos, los usos de la monarquía han sido —por el contrario— garantes de libertad. Lo que hemos comprobado es que la monarquía parlamentaria es, constitucionalmente, un sine quan non del pluralismo. Lo contrario son la ANC y el 155.

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