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“La sala Costello se ha convertido en un hervidero cultural”

Willy Naves podría cerrar los bares, pero prefiere activar el despertador bien pronto y escribir los primeros correos electrónicos ya desde la hora del desayuno

Willy Naves, director de la sala Costello en Madrid.
Willy Naves, director de la sala Costello en Madrid.Jaime Villanueva

Este muchacho que no para de sonreír se llama Guillermo. Sus ricitos ovetenses han cumplido 33 años, lleva cinco asentado en la gran ciudad y, si quieren conocerle en profundidad, harán bien en escuchar Willy Naves, su muy reciente y homónimo segundo disco: canta bien, toca la guitarra aún mejor y ofrece diez títulos (anótense Superhéroes, M&T o Alpe d’Huez) de pop-folk cálido, refinado y sensible. Pero son más, muchos más, quienes le conocen con el sobrenombre de Willy Costello, en referencia a su vinculación con la mítica sala de la calle Caballero de Gracia, templo de modernos, melómanos, sibaritas, gentes de la farándula y ligones sofisticados. Allí comenzó como programador y ha acabado ocupándose de todos los frentes, dirigiendo el cotarro, atento a lo que se cuece en la noche madrileña. Y eso que no es nada noctámbulo. Willy podría cerrar los bares, pero prefiere activar el despertador bien pronto y escribir los primeros correos electrónicos ya desde la hora del desayuno. “En España, y más en estos entornos musicales, esa es la única manera de que alguien te responda antes de la hora de comer”, anota con sorna pero, por supuesto, sin perder la sonrisa.

 ¿Le viene de lejos el veneno de la música?

Desde los viajes en coche a Llanes, cuando era un chiquillo. Mis padres ponían siempre una música de puta madre. Y aunque escuché mucho a los Beatles, mi primer recuerdo intenso es el de Un ramito de violetas, de Cecilia.

Y sería de los que no paraba de tararear.

Siempre he sido muy cantarín, cierto. De hecho, y es curioso, me siento mucho más pudoroso ahora, aunque grabe discos. De crío me pilló la eclosión de Oasis y yo me ponía sus vídeos y cantaba y tocaba la guitarra frente a la tele como un loco. Pero a casi nadie le gusta escuchar su voz: ahora me ponen en la Costello Willy Naves y me muero de la vergüenza

Pues lo habrá escuchado unas pocas veces, seguro…

De cabo a rabo, más de 100, y a veces cuatro o cinco seguidas. Al principio es obsesión, luego intentas relajarte y disfrutarlo, con sus imperfecciones. Pero no llego a decirme: “¡Cómo molas, Willy!”. Si me veo en la tentación, me pongo a mis fetiches, de Sufjan Stevens a Bon Iver, Local Natives o The National, y ya me convenzo de lo lejos que estamos…

 ¿Es usted presumido?

¡Me considero muy presumido! Cuido la fotografía, el diseño, el empaquetado de mis álbumes: todo. No me gusta lo feo. Y no es que me considere guapo, pero tengo gracia. No tanto en el físico como por mi encanto en las distancias cortas.

¿No le intimidaba al principio la gran ciudad?

Al principio sí. Me alojaban amigos generosos en los sofás de sus salones, pero luego salía a la calle y estaba descolocadísimo: Madrid es una ciudad abrumadora donde todo es más grande, estresante y alocado que en la tuya.

¿Ya se le pasó?

Ahora me voy encontrando más cómodo, pero sigo en la fase de amor-odio. Frente al carácter señorial de Oviedo, esta es una ciudad muy dura, ruidosa, de limpieza mejorable. Y, aunque suene provinciano, ¡aquí todo queda lejos!

¿Y cómo llegó un chico de Oviedo, amante de la naturaleza y el ciclismo, a dirigir un sitio como este?

Porque soy un bohemio y me pegaba. Antes de afincarme en Madrid, curiosamente, siempre me tomaba algo en la Costello. Era el sitio que molaba: no soy muy de antros y tengo ese punto fijo y artístico de los lugares cuidados, bonitos y en los que se pincha bien. Y para un chico de provincias, tenía encanto eso de coincidir con Leiva o Quique González.

¿Qué requisitos debe reunir un grupo para actuar en la Costello?

Un buen nivel artístico y potencial para que el concierto salga bien en cuanto a consumo en sala, que es de lo que vivimos. Somos un escenario de cantera y me llegan una barbaridad de propuestas por correo, pero solo podemos atender un porcentaje muy pequeño. Eso sí: aquí se programaron algunos de los primeros conciertos de Vetusta Morla, Izal, Miss Caffeína o Viva Suecia.

 En su sala, ¿le gusta más la planta baja o el sótano?

El sótano tiene su punto canalla, de dancefloor. Arriba el ambiente es más de coctelería y punto de encuentro. En cualquiera de los casos, esto se ha convertido en un hervidero cultural.

Conciertos memorables

Programar conciertos, como hace Naves más de 200 veces al año, permite experimentar desde primera fila el pulso de una ciudad que programa más música en vivo que toda Cataluña o Andalucía. Y descubrir conciertos tan "tremendamente bellos" como el del australiano Stu Larsen y el japonés Natsuki Kurai, lo mejor que ha sucedido en la Costello, según su director. "Por afinidad estilística y personal tengo que señalar también a Still Corners o Bear's Den. Estos últimos le dijeron al promotor: 'Queremos tocar en la sala esa del chico que también es músico'. Al final terminas trabando amistad por Instagram o WhatsApp".

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