Patinando con Torra por Lisboa
El republicano Puigdemont se esconde en la monárquica Bélgica y su sucesor canta la independencia de Cataluña en Portugal, un país que prohíbe los partidos separatistas
Con la edad, me cuesta más lidiar con la estupidez. Por ese lado, Portugal es un refugio. Los portugueses tienen otros defectos, son demasiados cautos, prefieren mil veces lo malo conocido que lo bueno por conocer, pero la estupidez no definiría a sus habitantes. No hay —todavía— populismos organizados autóctonos, así que los importan. Últimamente importan collas de catalanes.
La semana pasada anduvo patinando en Lisboa el presidente de la Generalitat, Torra, Quim Torra, sí, ése. Cuando dejé Barcelona los presidentes de Cataluña aún gozaban del título de Molt Honorable, desconozco si sigue el título o solo ha caído en desuso.
Llegó Torra a Lisboa para hablar del derecho a la autodeterminación de los pueblos y de la independencia de Cataluña; pero sobre todo para agradecer que el parlamento portugués aprobara un año antes “una solución política para la cuestión nacional en España, en el respeto por la voluntad de sus pueblos y, consecuentemente, de la voluntad del pueblo catalán…”.
Si ya choca la incongruencia de que su antecesor republicano huya a un país monárquico, más cuesta entender que Torra cante su independencia y alabe al país anfitrión, Portugal, que prohíbe los partidos que “no respeten la unidad del Estado”, artículo 10 de la Constitución.
Tampoco a algunos portugueses les choca la contradicción de aplaudir a otros lo que prohíben en su casa, pero en este asunto pesa más chinchar al país vecino que formar un argumento intelectualmente coherente.
En Portugal, a nadie se le ocurre colocar símbolos partidistas en edificios públicos
Torra es feliz con esa declaración del parlamento portugués, un parrafito salvado de la escabechina de propuestas de Bloco y PCP. Torra dejó de lado que fueron derrotadas otras declaraciones, también del Bloco y del marxista leninista PCP —que sigue apoyando a Maduro y a la plutocracia de Putin— a favor de los políticos presos o sobre la violencia policial.
Torra, que coló a los portugueses que Cataluña ha sido independiente no unos segundos o unos días sino siglos y siglos, no sabe o no quería saber, que Portugal es uno de los países más centralistas de Europa, que el más pequeño de los municipios catalanes tiene más autonomía que casi cualquier ciudad portuguesa; que no existe la mínima regionalización o que el expresidente de Madeira no pudo realizar un referéndum para ampliar la autonomía, inferior, en cualquier caso, a las de Castilla-La Mancha, por poner un ejemplo.
La Junta Electoral portuguesa obliga al equilibrio informativo a los medios públicos y también a los privados
Los patinazos de Torra, ante 150 personas que escuchaban lo que querían oír, llegó al punto de exponer —para demostrar la falta de democracia y de derechos civiles y que patatín que patatán en España— su indignación porque le habían obligado a retirar de la Generalitat símbolos partidistas. Con tres meses de antelación a las elecciones, la Junta Electoral portuguesa obliga, no ya a retirar eslóganes partidistas en sedes del Gobierno, pues eso aquí a nadie se le ocurre poner, sino que prohíbe inauguraciones y actos de políticos en instituciones, del primer ministro al concejal más humilde; tampoco pueden prometer ni destacar los logros conseguidos durante su mandato; ni colocar carteles publicitarios del tipo “Por un agua más saludable”.
Tampoco sabía Torra, o no quería saber, que el alcalde de Vila Viçosa ha sido condenado por pagar con fondos municipales un autobús que transportó empleados a una manifestación. Mejor ni mirar para el noreste.
En ese acto académico, Torra patinaba cuando quería demostrar que en España no hay libertad de expresión, y lo decía hablando; según él, porque en Cataluña los medios públicos de comunicación su Junta Electoral les ha advertido de que guarden las formas. Evidentemente, Torra desconoce que en Portugal no solo los medios públicos están obligados a una información equilibrada —expresión desconocida en TV3—, sino que todas las televisiones privadas, radios privadas, periódicos privados, físicos o digitales, tienen prohibido aconsejar el voto por un partido y, por supuestísimo, tienen que garantizar el equilibrio informativo. Si alguno de ellos no informara durante la campaña de, por ejemplo, el CDS —equivalente al PP español— o el Bloco —equivalente a algún círculo de Podemos—, es sancionado económicamente y, si insiste en la burla, puede perder la licencia.
Torra fue despreciado por el Gobierno luso como antes lo fueron Puigdemont y Mas
El día de patinazos de Torra se extendió a una ronda de entrevistas, en las que se repitió lo mismo. Se fue corriendo en avión sin que sonara una llamada del ministro de Exteriores ni de autoridad alguna. Torra fue despreciado por el Gobierno portugués, como antes lo fueron Puigdemont, Romeva o Mas. El huido y el preso fueron relegados en la inauguración de la colección Miró en Oporto y lo mismo ocurrió con el inhabilitado en el funeral de Soares.
Hace un año, esos 200 que siguen los actos independentistas catalanes en Portugal escucharon a Agustí Colomines (PdCat, exCiu), junto a representantes de la ANC, de la ERC y de la CUP. Colomines se lanzó al ruedo, quizás sospechando que allí nadie conocía su currículum. Torero él, afirmó que la corrupción en Cataluña comenzó con el Partido Socialista, olvidándose el historiador de su carismático líder Jordi Pujol y la Banca Catalana. Colomines se olvidó, incluso, de su propia implicación en el escándalo del Palau de la Música y la Fundación Trias Fargas, por él presidida, manchando el nombre de, ése sí, honorable prócer.
Todo eso y mucho más ocultó Colomines, pero como los catalanes no sabían de Portugal y los portugueses sólo querían oír maldades, nadie de los presentes les iba a mostrar la evidente contradicción, de la suerte que tenían de ser españoles aquellos del púlpito, pues de haber sido portugueses no habrían podido pedir la independencia de ningún cachito del país en donde maldecían aquella noche, que sí se lo permite, con generosidad, el que maldicen. Qué suerte tienen los españoles Colomines, Torra y demás de no haber nacido en Alemania o Portugal, ahora estarían, como mínimo, sin partidos y sin cargos y refugiados en un país monárquico.
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