‘Si Adelita tuviera un contrato’: la vida cantada de las trabajadoras del hogar
Tres empleadas de hogar usan sus voces para resaltar las precarias condiciones laborales de las mujeres que trabajan en casas en España
Altagracia Valez hace honor a su nombre. Aunque es bajita se iguala rápido al de enfrente con su mirada y su lengua afilada. A su voz dulce le acompañan unas manos inquietas que subrayan cada idea con ímpetu, porque en ella confluye lo cálido y lo férreo. Dos décadas de autosuperación continua la han hecho quien es, tras separarse en 1991 de sus tres hijos y asumir el reto de echar raíces de nuevo sin olvidar las suyas. En España empezó a trabajar como interna con una familia y al año, coincidiendo con el asesinato de otra dominicana, Lucrecia Pérez, reactivó la guerrera que es. Desde entonces lucha por las suyas, las cuidadoras, y es una de las voces corales de Territorio Doméstico, un grupo de mujeres que este domingo presenta disco para mover conciencias y cuerpos a base de ritmos latinos.
Una de las composiciones más reivindicativas es Todas somos Adelita. La letra es la historia de Altagracia y de muchas otras más: “Si Adelita tuviera un contrato / sus papeles podría arreglar / Adelita, diez años currando / pero sigue siendo ilegal / Y si tiene más de 50 años / ya no sirve para trabajar”. Altagracia, que supera los 60, se ve representada. “Siempre he tenido trabajo pero ahora es más difícil por mi edad”. Lo mismo sienten la ecuatoriana Amalia Caballero, que lleva 19 años en España, y la nicaraguense Lucrecia Sáenz, que aterrizó en 2005.
“Me identifico mucho porque justo ahora que tenemos una experiencia rentable te quedas fuera”, explica Amalia. Esta desazón económica y vital tiene solución: ser reconocidas como trabajadoras de pleno derecho incorporándose al Régimen General de la Seguridad Social y ratificar el convenio 189 para tener acceso a paro y a una jornada de ocho horas. Hasta que esto no entre en práctica, desde Territorio Doméstico denuncian la desprotección de las trabajadoras del hogar. “Yo estuve un año y un mes sin Seguridad Social, y ese tiempo lo he perdido para cotizar porque basta una sola hora para que no te puedas jubilar”, y prosigue, “insto a los supervisores que lo revisen”.
Su caso es uno pero los hay más graves: “Hay chicas que sufren abusos, que no les dan de comer, que reciben menos del salario mínimo interprofesional o ni cobran. En Territorio Doméstico hacemos una labor de seguimiento, las informamos”, recalca Amalia. Otra barrera a superar es el desconocimiento de los derechos. Altagracia cuenta que una panameña estuvo 30 años en una casa sin papeles. Al morir la persona a su cargo, se quedó en la calle. “Es habitual que los empleadores lo justifiquen diciendo ‘es que eres como de la familia’ pero no es verdad. Sin contrato no tienes permiso de residencia”, concluye rotunda Altagracia.
Por eso en Territorio Doméstico es importante arropar a sus participantes, no solo como trabajadoras, también como individuos que buscan un espacio propio, donde todas son iguales y no hay jerarquías. “Inmediatamente me sentí acogida y he aprendido a enorgullecerme de mi trabajo”, se sincera Amalia. Su cambio de actitud ha traído consigo una mejor relación laboral: “Mi jefa cada vez que me ve me dice ‘¡Amalia, no sé qué haría sin ti!’. Sin mí ella no podría acudir a su puesto y por eso mi obligación es llegar siempre puntual”.
Territorio Doméstico aspira a visibilizar lo ignorado con mensajes sólidos pero de un modo fresco y cercano. Primero lo hicieron con desfiles en la calle, portando pelucas y gafas por la reticencia de las personas en situación irregular. Después, con performances. Luego, con encuentros dentro y fuera de España, celebrando el primer congreso de empleadas del hogar en 2017. Y ahora, con un cancionero que sonará bien fuerte en la nave de Terneras, en Matadero. Bachata de cuidados, Me duele to y Levántate empleada del hogar son los gritos de lucha construidos a lo largo de 13 años de asambleas.
“Yo siempre digo que sola no se consigue nada”, incide Amalia, a quien respaldan asintiendo con la cabeza Altagracia y Lucrecia. Y Amalia, apoyada, arremete: “No pedimos desde la pena. No vamos a estar arrinconadas chillando, vamos a salir a cantar y a bailar para que recuerden que solo pedimos justicia”. Las tres apuntan la portada del disco, “querían brazos y llegamos personas”, refiriéndose a que no se deshumanice a las cuidadoras.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.