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EL JUBILATA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nietas

No existen dos nietas como las mías. Lo siento, pero es así. Ni de guapas, ni de simpáticas, ni nada de nada

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Me piden muchos colegas del Grupo Jubilata de Madrid que comente algo acerca de los nietos y los yayos, los abuelos. No lo puedo conseguir sin perder objetividad, hasta el punto de iniciar este penúltimo escrito a modo de despedida, afirmando sin pudor alguno que no existen dos nietas como las mías. Lo siento, pero es así. Ni de guapas, ni de simpáticas, ni nada de nada. Son las mejores del mundo. ¿Qué queréis que os diga? ¿Se me nota la pasión? Pues sí, vale.

Aclaro: la mayor, 7 años, es un ángel, bellísima, dulce, cariñosísima, respetuosa, tímida, estilosa, siempre atenta, derramando su atención en quien la necesite; la otra, 5 años, siendo casi igual, es un pequeño diablo. Otro bellezón, pero…, sin paliativos, es y será un diablillo. Ambas son y serán lo más de lo más en todo. La pequeña ya tiene tres novios pero no les da besitos sino empujones. Esas son mis nietas. Y en espera de más, ¿verdad, Pablo? Podría escribir un nuevo Quijote con sus ocurrencias, salidas y habilidades, que si baile flamenco, piano, esquí, natación, golf, idiomas, granjas, etc., y todo con gusto, con afición, con ganas, cada día mejor.

En los veranos estoy deseando que lleguen a la playa para seguir enseñándoles mediante buceo cerca de la orilla, a coger pulpos, centollitas pequeñas, estrellas de mar, cangrejos ermitaños, medusas con la mano sin que te piquen, ombliguitos y orejitas de Venus, etc.

No hay mayor felicidad que la de ver cumplidos sus retos y sus ilusiones. Agarro el cielo con la mano cuando me dicen que están orgullosas de su yayo. Así han contribuido a seguir consiguiendo tanto mi felicidad como mi realización.

Son mi presente y mi futuro. Dios lo hizo muy bien, envejecemos, sí, pero con nietos, para seguir viendo el mundo a través de sus ojos llenos de ilusiones. Yo les doy casi lo mismo que sus padres y, además, chucherías. De las cositas de mis hijos, ya casi olvidadas, he pasado a la de las nietas y, por ellas, tengo futuro. Con razón decía el sabio: no tengas hijos, solo nietos.

Algunas veces les corrijo algo pero olvidé el método. ¿Dónde quedó la disciplina? Cuando nos visitan, derraman su polvo de estrellas para blanquear aún más mis canas y para colmarme de felicidad hasta mi último día.

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Mención especial para LA YAYA. La génesis, la creación. Sin ella no existiría la familia. El ingrediente secreto en la receta de su éxito es muy simple, sublime entrega y generosidad sin límite. A mis nietas, el postre infinito de mi vida, y a su yaya que tanto contribuyó a que ese postre fuese tan especialmente sabroso, con mi gratitud por haberme hecho tan feliz, por ayudarme a cristalizar mis sueños en maravillosa realidad, no os quiero, os adoro.

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