Andalucía vista desde la novena provincia
Cuatro catalanes nacidos en el sur valoran la campaña electoral y el uso político del andalucismo
Desde hace décadas se dice que Cataluña es la novena provincia andaluza. Las estadísticas avalan el tópico, aunque cada vez menos porque los catalanes de origen andaluz representan ahora el 7,7% de la población. En 1996, el primer año del que tiene estadísticas la Generalitat, eran 810.483 (13,3% del total). Desde que existe el Estado de las autonomías, las relaciones entre ambas comunidades han estado marcadas por recelos, tópicos y agravios políticos, amplificados desde 2012 por el proceso independentista.
Los catalanes de origen andaluz representan el 7,7% de la población
Cataluña ha estado muy presente en la campaña electoral andaluza como arma arrojadiza del discurso de Ciudadanos y PP y parece que la catalanofobia sigue dando réditos electorales. Es un discurso que provoca cierto hartazgo, como coinciden los cuatro catalanes de origen andaluz y de diferentes sensibilidades políticas con los que ha conversado EL PAÍS.
Santiago Moreno García nació en Granada en 1943, llegó a Cataluña cuando aún no andaba, pero sigue yendo cada año a Andalucía. De talante conservador, tiene una pésima imagen de Susana Díaz, la presidenta de la Junta. “Aquello es un régimen, disfrazado, pero es un régimen, porque 40 años sin alternancia política no son buenos y así se explica la cantidad de atropellos que están sufriendo los andaluces”, dice. Su crítica se centra en el deterioro de los servicios públicos, especialmente la sanidad, de la que es usuario cuando va a Andalucía al tratarse de un enfermo crónico.
Francisco Flores, de 45 años, también era un niño cuando vino a Cataluña desde Huelva y va de vacaciones anualmente a Andalucía para visitar a su familia y la de su esposa. Él se muestra mucho más comprensivo con la presidenta socialista. “Sería un éxito que fuese el partido más votado después de 40 años en el poder, porque llega en un momento complicado, pero le puede pasar como a Inés Arrimadas en Cataluña: que gane las elecciones y no pueda gobernar ni pactar con nadie”, explica.
Cataluña ha estado muy presente en la campaña como arma arrojadiza
Eduardo Reyes, nació en Córdoba en 1951, está bautizado en la mezquita y llegó a Barcelona a finales de 1962. Forma parte de la nueva realidad sociológica de Cataluña: la de los inmigrantes que se volvieron independentistas. Fue en 2012, meses antes de que se creara la entidad que preside, Súmate, con el objetivo de promover el secesionismo entre los castellanohablantes. Reyes, que fue diputado en el Parlament la pasada legislatura en la coalición de Junts pel Sí, admite sin reparos que conserva un “sentimiento español” y que también va de vacaciones a Andalucía, pero añade que esa comunidad y Cataluña tienen el mismo problema: “El régimen del 78 con el que hay que acabar para poder progresar económica y socialmente”.
Los tres se declaran defensores de la cultura andaluza en Cataluña y coinciden en que las entidades que la han promocionado en esta comunidad actuaron durante décadas como un verdadero lobby frente al poder político, hasta permitir un clientelismo que duró muchos años. Jordi Pujol las cuidó durante sus 23 años de mandato y las regó de cuantiosas subvenciones a través de las oficinas de Bienestar Social de la Generalitat.
“El pujolismo hizo todo lo que pudo para atraer votos a través de entidades”, dice Hidalgo, exdiputado en el Parlament por el Partido Socialista de Andalucía
En estas relaciones jugó un papel fundamental Francisco García Prieto, quien durante 27 años lideró la Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña (FECAC), organizadora de la Feria de Abril en Cataluña por la que pasan cada año centenares de miles de personas. Entre ellos, dirigentes de todos los partidos. “Sí, el pujolismo hizo todo lo que pudo para atraer votos a través de las entidades, especialmente las hermandades rocieras, seguramente porque tenían planteamientos más conservadores”, explica Francisco Hidalgo, quien en las primeras elecciones catalanas de 1980 fue uno de los dos diputados que obtuvo en el Parlament el Partido Socialista de Andalucía.
Eran otros tiempos, la sociedad catalana estaba por cohesionar por la variedad de orígenes de sus ciudadanos y lo cierto es que se logró. Sin el discurso integrador de los partidos de la izquierda tradicional, el PSC y el PSUC, después evolucionado en Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), no hubiera sido posible. Ahora nadie cuestiona la integración de los catalanes de origen andaluz y la mejor prueba es que Cataluña tuvo durante cuatro años un presidente de la Generalitat, José Montilla, nacido en Iznájar (Córdoba).
“Jordi Pujol nos tuvo engañados a los andaluces de Cataluña y nos compraron con subvenciones. Y yo me dejé comprar, es cierto, para que Convergència utilizara el andalucismo”, reconoce Santiago Moreno, que durante años formó parte de la dirección de la FECAC hasta que se produjo una escisión en la entidad. “Ahora todo es distinto. Hace años que se acabaron las subvenciones porque no hay dinero ni para la sanidad”, explica Francisco Hidalgo, que acabó siendo delegado de la Junta de Andalucía para las comunidades andaluzas en Cataluña, Valencia y Baleares.
“Tanto en Andalucía como en Cataluña se han dedicado a repartirse el botín en lugar de crear infraestructuras y aplicar las políticas que necesita la población”, explica Moreno, que ha seguido desde Cataluña la campaña, aunque en muchas ocasiones cambia de canal cuando oye algunas declaraciones.
“Andalucía y Cataluña se han dedicado a repartirse el botín”", añade Moreno, que integró la dirección de la FECAC hasta la escisión
Reyes, que tiene carné de ERC, cree que no ha valido la pena seguir la campaña andaluza porque “ya se sabe que ganará Susana Díaz y ningún partido presenta un proyecto atractivo”. Si él pudiera votar a alguien lo haría a Andalucía en Marcha, una incipiente confluencia de seis formaciones que defiende el derecho de autodeterminación de Andalucía y que no ha tenido tiempo para organizar listas.
Flores preside Andacat, la fundación cultural andaluza en Cataluña, y aboga por superar los tópicos: “Antes sí marcaban la identidad de un pueblo, pero con internet no tienen ningún sentido”. Su trabajo se centra en difundir la cultura andaluza en Cataluña con actos como traer las comparsas del carnaval de Cádiz a Barcelona hasta rebosar el Liceo en los dos últimos años.
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