Entre bambalinas
Desde aquí mi consejo: id al teatro, leed obras, quitaos las cuerdas y dejaos sorprender porque el mundo del teatro es un sueño maravilloso y real que está ahí
El fin de semana pasado fue el primero que he podido disfrutar en Madrid desde que volví de las vacaciones de verano. Sin viajes de trabajo programados, con las obligaciones reducidas, los horarios algo más laxos, una alarma más agradable y tiempo suficiente para cocinar algo especial y dejar que me acaricien sin prisa. Sin embargo, al final siempre se convierten en dos días llenos de planes diferentes que no termino de abarcar, pero aprovecho por igual.
Hay un plan que nunca me pierdo si tengo un día libre y me pilla en Madrid: ir al teatro. Es un gusto familiar (mi padre lo escribe) que empecé a cultivar cuando llegué a la capital. La oferta aquí en Madrid es tan amplia y variada que puedes ir dos días seguidos, y eso hice.
El viernes acudí a uno de mis teatros favoritos, el Pavón Teatro Kamikaze, en calle Embajadores, 9. La obra programada era Un enemigo del pueblo, con Israel Elejalde, Irene Escolar, Nao Albet, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes.
Confieso que no sabía qué iba a ver -detesto adelantarme, prefiero la sorpresa-, y salí de allí con la revolución en lo alto. No quiero destripar nada, pero creo que una obra como esta, social y política, es necesaria. Al salir me di cuenta de que echaba de menos la reflexión sobre los asuntos del Estado y del pueblo proveniente no de los políticos, sino de los escenarios que nos muestran realidades y nos llevan, en un vaivén perfectamente ejecutado, a distintos pensamientos.
El sábado, aún reflexiva, compré entradas para ir a ver una obra radicalmente distinta que me fascina. La vi hace unos meses y no he querido perderme la nueva temporada, ya que cambian algunos sketches.
Se llama La katarsis del tomatazo, en honor a ese tiempo pasado en el que era el público el que decidía si una obra valía o no a través del aplauso o del lanzamiento de lo que tuvieran a mano (tomates, lechugas, huevos…).
La programan en el Teatro Sala Mirador y la protagonizan los talentosos alumnos de la Escuela Cristina Rota. El ambiente es irreverente, revolucionario, cómico y sorprendente. Incluye al público y lo hace cómplice desde el primer minuto hasta el último. Es una de las obras que más he disfrutado, más me han impresionado y que recomiendo a todo aquel con ganas de pasar un buen rato.
Desde aquí mi consejo: id al teatro, leed obras, quitaos las cuerdas y dejaos sorprender, sed uno más del elenco, prestad atención hasta al crujido minúsculo del escenario. El mundo del teatro es un sueño maravilloso y real que está ahí, viviendo entre las luces apagadas, el silencio y el aplauso.
Madrid me mata.
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