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El abandono de los jóvenes con problemas

Un centro de menores de Hortaleza presenta problemas de hacinamiento, seguridad y falta de escolarización para los chavales

Centro de acogida de urgencia de menores de Hortaleza, calle Valdetorres del Jarama, Madrid.
Centro de acogida de urgencia de menores de Hortaleza, calle Valdetorres del Jarama, Madrid.EL PAÍS
Juan Diego Quesada

Es viernes y los muchachos lo saben. Hay cierto nerviosismo. Suben y bajan escaleras a la carrera. Uno está a punto de salir con una chaqueta que no es la suya. Otro busca el abono de transportes a gritos. Un tercero, desesperado, exige que le atiendan. La cuidadora que pasa en esos momentos por recepción y ha recibido esta catarata de reclamos se ajusta las gafas, respira hondo dos veces y responde con calma fingida: "Por favor, vamos a estar tranquilos. Todos pasamos por un momento difícil. Seamos comprensivos".

La situación en el Centro de primera acogida de Hortaleza es preocupante. "Estamos desbordados", resume un educador con experiencia. El lugar tiene capacidad para 35 menores de edad, pero hoy hay 119. Si el día es caótico, la noche no es mucho mejor. No hay camas para todos y la mayoría tienen que dormir en colchones y colchonetas tiradas en el suelo, obstruyendo salidas de emergencia o las aulas.

Las imágenes de los adolescentes hacinados han puesto de manifiesto que algo falla. El lugar se creó para alojar a menores en problemas. Debía prestar asistencia a hijos de familias desahuciadas por el banco, niños maltratados o víctimas de abusos sexuales. Los educadores elaborarían informes que presentarían un primer diagnóstico que debería servir para hallar la mejor forma de encauzar sus vidas. La situación de emergencia que reina en el centro ha sepultado estas iniciativas regadas de buenas intenciones.

El lugar ha acabado convirtiéndose en un centro de recepción de menores no acompañados. Ingresan constantemente chicos a los que trae la policía. Muchos de ellos superan los 18 años (uno confesó hace poco que tenía 32) pero al asegurar que lo son, las autoridades tienen la obligación de poner el caso en manos de la Fiscalía de Menores. El procedimiento para determinar la edad verdadera puede alagarse hasta un mes.

Los informes, las terapias en grupo, todo ha quedado suspendido, según cuentan desde dentro. Los trabajadores sociales que se graduaron cargados de buenas intenciones para ayudar a los que más los necesitan se han topado con una oscura realidad. Esto es ahora una especie de albergue donde se sirven cinco turnos de comida, cenas y duchas cuando se puede.

"Nos preocupa y mucho la situación de este centro"

El problema de los centros de acogida de menores se abordó en el debate del estado de la región que se celebró hace dos semanas en la Asamblea de Madrid, aunque pasó casi desapercibido. La comunidad tutela a cerca de 300 menores en distintos centros. El candidato socialista a las elecciones que se celebrarán en mayo, Ángel Gabilondo, denunció la gravedad de la situación. Una vez que se han hecho públicas las imágenes de los menores amontonados el tema vuelve a estar en boca de los políticos. "Nos preocupa y mucho la situación de este centro. Así lo hemos manifestado en numerosas ocasiones en sede parlamentaria. Lo hemos visitado y efectivamente la situación es insostenible: chicos durmiendo en colchones por los pasillos, salas de entrevista, agresiones entre ellos...", señala la diputada socialista Carla Antonelli. Cree que no es "ni presentable ni admisible" que algo así este sucediendo. Gabilondo ha dicho que pondrá el asunto en manos de la justicia si el problema no se resuelve en breve con una denuncia en la Fiscalía de Menores y en el Defensor del Pueblo.

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La sobreocupación del centro se alarga desde hace más de dos años. Los muchachos deberían pasar aquí un mes, un mes y medio como mucho, y después ser destinados a otros lugares más convenientes. No ocurre. La promiscuidad de edades y situaciones genera problemas. "Se dan constantemente situaciones de acoso. Los grandes les quitan a los pequeños la ropa, el dinero que tienen, el abono transporte. Cuando tienes 30 puedes controlar todo eso pero con más 100 es imposible. Te dedicas a sobrevivir como puedes", explica uno de los cuidadores.

Marruan, Halid y Mohamed deambulan por los alrededores del centro. Los tres dicen tener 17 años y ser de Marruecos. Vaqueros, camisetas anchas, gorras de rapero. Actitud hosca de primeras. Emiten vibraciones hostiles que poco a poco se van difuminando. Los dos primeros llevan un par de meses alojados en el interior y el tercero se ha ido hace poco a un piso pero viene a diario a visitar a los amigos que dejó dentro. "Dormimos en el suelo", dice Marruan. "Sin ropa, sin cosas básicas", apunta Halid. "Fatal", remata Mohamed sobre su experiencia pasada.

La banda del disolvente

La Consejería de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid asegura que una de sus prioridades es atender a estos menores en situación de emergencia. En el centro de Hortaleza se han dispuesto 40 plazas más para atender este "fenómeno migratorio". Son todos marroquíes o subsaharianos. "Es algo que vivimos unas pocas comunidades", explica una portavoz."Estamos realizando un esfuerzo presupuestario importante (13,9 millones anuales) y, a pesar de que no dejamos de crear plazas, no damos abasto", continúa.

De hecho, agrega, se han comenzado los trámites para crear un nuevo centro para alojar a más menores. Desde el Gobierno regional piden ayuda al Estado: "Pensamos que esta situación requiere de un esfuerzo por parte de todas las administraciones. Que el Gobierno central apoye la creación de más plazas".

El proyecto educativo es un fracaso. Los profesores de la Consejería de Educación dan clases de lunes a viernes a 11 alumnos en un aula del centro. Eso no es ni el 10 % de los internos. El resto se pasa el día en el jardín, sentado en unos bancos de piedra. Los hay que matan el aburrimiento inhalando disolvente. Junto al centro hay un parque en el que suele vagar una veintena de muchachos que cometen pequeños hurtos en establecimientos de los alrededores. En el barrio, con sentido teatral, los han bautizado como La banda del disolvente.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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