La 38ª Fira Tàrrega levanta el telón con vistas al cementerio
La Compagnie Lucamoros inauguró la feria con un espectáculo interdisciplinario
Una hilera de personas atravesó en silencio y a paso ligero el cementerio de Tàrrega para ver Prácticas de vuelos para acabar con el olvido, el primer espectáculo de la 38ª edición de la feria. Aunque la idea inicial era representar allí la función, la comitiva no se detuvo hasta salir del camposanto. Las quejas de los vecinos que pidieron respeto hacia los familiares allí enterrados forzó su reubicación, que finalmente se llevó a cabo en un descampado al otro lado del muro. Precisamente en una edición en la que la feria se había propuesto “releer el espacio público”.
Si hasta la fecha el entramado callejero de la capital de L’Urgell se había convertido en un escenario sin fronteras, la polémica ubicación reveló los límites de estos lugares, tal y como lo comentaba la directora de la función, Melina Pereyra, a modo de prefacio.
Los espectadores tomaron asiento en un escenario hecho de tierra y con vistas a los nichos, esperando entre expectantes y consternados la propuesta del dramaturgo mexicano Antonio Zúñiga. La propia feria le había encargado escribir un texto teatral sobre la memoria histórica y, coincidiendo con el despliegue del Plan de Fosas de la Generalitat, el autor creó un diálogo conmovedor entre un aviador muerto en la Guerra Civil y su nieta. El lirismo y las múltiples referencias a Saint-Exupéry contribuyen a dar rostro al proceso de búsqueda y recuperación de un momento histórico. “¿Por qué no me quieres recordar? Confróntate”, canta, contra el olvido y de forma desgarradora, una de las intérpretes.
Fira Tàrrega, que en esta ocasión reúne hasta el domingo un total de 227 funciones en 22 espacios diferentes de la localidad, no quedó oficialmente inaugurada hasta que el público que acudió a ver el espectáculo de apertura La Tortue de Gauguin, de Lucamoros, estalló en aplausos. Entre la negrura de la noche y la muchedumbre de espectadores resultaba difícil hacerse un hueco en la gran explanada del Parc de Sant Eloi. La combinación entre artes visuales, performance y música escénica creó un espectáculo impactante a la vez que poético que logró entusiasmar al público desde el primer momento.
Una estructura vertical de 9 metros se iluminó mostrando cuatro pisos divididos en dos compartimentos: en los superiores, seis artistas pintaban tras lienzos transparentes, y a ras del escenario una actriz entonaba versos incisivos acompañada por las notas de un músico. Mientras sus palabras reflexionaban sobre el amor, exigían el silencio y lamentaban la mercantilización del arte, los pintores creaban rápidamente imponentes obras de arte que al poco destruían con mayor velocidad aún.
La reivindicación de un arte efímero ya venía expuesta en el mismo título, en un guiño a la anécdota que protagonizó Gauguin al pintar sobre el caparazón de una tortuga. Gracias a la longevidad de esta especie quizá la obra del artista continúe existiendo en las profundidades del océano, lejos de la especulación.
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