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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Gazpacho!

¿Qué queda del proyecto inicial de Ciudadanos, el que nació en Cataluña? Dudo que quede demasiado

Albert Rivera, en la presentación de su plataforma 'España ciudadana'.
Albert Rivera, en la presentación de su plataforma 'España ciudadana'.Carlos Rosillo

Había una película malísima de hace unos años, titulada El sexto sentido, en que a un niño de lo más repelente le daba por decir: “En ocasiones, veo muertos”. Me acordé de esa película y de ese niño al escuchar la conferencia de Albert Rivera del 20 de mayo en que decía que no sólo en ocasiones, sino todo el santo día, por todos lados y en todas sus dimensiones, él veía españoles. Pero a diferencia del niño de la película, Rivera no ponía cara de susto.

Por mi parte, me cuesta entender por qué Rivera no puede ver ciudadanos en lugar de españoles. Si alguna vez entendí bien la idea habermasiana del patriotismo constitucional, en la que parece haberse inspirado, por lo menos en parte, el movimiento que fundó Ciudadanos en 2003, Rivera tendría que ver ciudadanos por todos lados y a todas horas, no españoles. Mis simpatías por el patriotismo constitucional fueron siempre limitadas, y no tanto por su contenido como por su ingenuidad. Pero no veo qué tiene que ver la sopa de palabras, ideas y símbolos del acto del otro día con el patriotismo constitucional o cívico. Imagino que en esa conferencia se intentó conjugar la retórica del patriotismo constitucional con la narrativa del orgullo de ser español (de ahí que, de vez en cuando, Rivera hablara del orgullo de ser “ciudadanos españoles”). A efectos de énfasis simbólico, sin embargo, lo primero fue palmariamente irrelevante. Y la mejor demostración fue el grotesco himno final que cantó Marta Sánchez. ¡Qué espanto!

Durante estos últimos años Ciudadanos parece haber basculado entre la versión local del optimista patriotismo constitucional y la versión más hortera del españolismo. Quizás me equivoco, pero tengo la impresión de que el acto del pasado día 20 entierra en buena medida la narrativa del patriotismo constitucional y opta por abrazar un relato nacionalista kitsch.

Lo cual trae a mi memoria una anécdota pornográfica de la que tuve conocimiento por otras personas —porque los que aborrecemos las patrias y las banderas somos unos flojos y unos frívolos, desde luego, pero jamás de los jamases se nos pasaría por la cabeza consumir pornografía—. Un famoso actor porno español está rodando en inglés una escena coital con una actriz no-española, y esta última, en pleno frenesí, exhorta al famoso actor español a decirle alguna marranada en español: “Say something dirty in Spanish!”. En fin, un fetiche erótico, el de escuchar palabras libidinosas en la lengua propia del o la amante, tan válido y vulgar como cualquier otro. El actor español, ya no sé si en pleno arrebato de ironía o simplemente falto de palabras por la exigencia de la escena, pasa del inglés al español y le espeta: “¡Gazpacho!”. La actriz infiere que “gazpacho” hace referencia a alguna obscenidad y finge más excitación.

En la mayor parte de la conferencia de hace unos días, Rivera parecía dirigirse a un público que supuestamente vendría a reaccionar como esa actriz: se le diga lo que se le diga, aunque no venga a cuento, pero siempre y cuando sea haciendo del español y de lo español un fetiche, le excita.

¿Qué queda del proyecto inicial de Ciudadanos, el que nació en Cataluña? Dudo que quede demasiado. Mi hipótesis es que si el impulso inicial de Ciudadanos se mantuviera, Rivera, insisto, habría visto “ciudadanos”, no “españoles”. Es posible que todo responda a una estrategia electoral para arrebatarle electorado al PP, electorado que, al parecer, vendría a concebir lo “español” en los mismos términos fetichistas que la mencionada actriz porno.

No sé qué será de Ciudadanos ahora que al parecer se avecinan tiempos decisivos. Sólo sé que, desacreditada desde hace décadas aquella vieja imagen gramsciana del partido político que forma a sus bases, y no viceversa, Ciudadanos se parecerá cada vez más a la gente tras cuyos votos ande. Y si su objetivo principal es el votante nacionalista del PP, podemos intuir qué ocurrirá.

No es desde luego inexplicable que las personas que fundaron Ciudadanos en 2003 estén hasta el gorro de la matraca independentista y, como consecuencia de ello, hayan relajado su desagrado por la retórica del orgullo por otras patrias y otras banderas. Por mi parte, sólo deseo que esas personas recuperen ese desagrado, si es que realmente lo perdieron, vuelvan a ser las cabezas pensantes de Ciudadanos y eviten que en la próxima catarsis colectiva Rivera termine gritando desde el atril: “¡Gazpacho, gazpacho, gazpacho!”.

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