25 años no es nada
'Ara que ho tenim tot' escarba en el dolor de la separación de un matrimonio, en apariencia, perfecto
Cuando menos se lo espera él, ella lo deja. Esta decisión repentina, tan inesperada como inapelable, destapa los trapos sucios de una pareja ejemplar que se encuentra en una habitación del mismo hotel de Vall de Núria donde, justo un cuarto de siglo atrás, celebraron su luna de miel. Durante esos 25 años las cosas (parece obvio) han funcionado a la perfección: él gana mucho dinero, ella es una buena abogada, tienen un hijo en la Universidad, amigos infelices que se han separado (¡no como ellos!), un Volvo y un BMW. Pero ella... Ella se ha dado cuenta de que ya está harta de que todo funcione según las previsiones y decide que se larga.
Ara que ho tenim tot, un texto de Lee Blessing dirigido por Jordi Corominas y con música fugaz (con aires de western) de Quico Pi de la Serra se estrenó este miércoles en la Sala Muntaner, en Barcelona, donde estará en cartel hasta el 10 de junio. Mingo Ràfols es David, un tipo encantado de conocerse, con la vida resuelta, con un trabajo que aporta todas las comodidades del mundo y aún enamorado de su esposa, Carol. La decisión de Carol pone sobre el tapete un montón de preguntas de aquellas que solo surgen después del desenlace: ¿cómo pueden compartir 25 años sin nada en común? ¿Cómo pueden no darse cuenta del desgaste de su matrimonio? y, sobre todo, ¿por qué ha ocurrido esto?
Es la pregunta del millón, la que plasma sobre el escenario dos personalidades no ya alejadas o aburridas, sino opuestas. Ella no sabe responder. Él no entiende qué le está pasando a su mujer: “Tienes problemas con la bebida, claro, iremos a terapia, conocerás a famosos: políticos, cantantes, actores…”, insistirá. “O es por el sexo, verdad?”, se torturará. “O es porque hay otro? ¿Con quién me has engañado?”, estallará.
El pragmatismo de David no puede afrontar el idealismo de Carol. Según él, todo ha de tener una solución. Es cuestión de encontrarla y aplicarla. Y será la búsqueda de esa solución la que precipitará a la pareja por un recorrido por los recuerdos, la vida acomodada, las ilusiones (perdidas, perdidísimas, aunque él se niegue a aceptarlo). Pero en la mente del marido, un perfecto archivador de causas y efectos, no hay ninguna carpeta para almacenar algo que ella es incapaz de verbalizar de buenas a primeras: la dignidad.
La obra se puede entender como un canto a la libertad personal. Una lucha por romper esas cadenas que, después de 25 años de convivencia, a menudo (no siempre, es de suponer) nos nublan la visión, nos arrancan las ilusiones verdaderas sin darnos cuenta y nos anestesian en una comodidad presuntamente feliz. Hasta que, cuando lo tenemos todo, nos hacemos una pregunta incómoda, peligrosa, definitiva.
La reacción de él, tan previsible (¿será eso…?), y la intransigencia de ella, tan difícil de imponer, nos brinda situaciones patéticas, tristes y frustrantes, en un texto de poco más de una hora, ágil y cercano que no esconde otro tipo de situaciones, más duras, que pueden acabar en violencia. Ara que ho tenim tot, desgraciadamente, no puede ser más actual.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.