Los comunes alientan un Gobierno con Esquerra si renuncia al ‘procés’
El partido de Ada Colau exige una agenda social y el abandono de la vía unilateral
Cataluña se aboca a un bloqueo institucional si antes del 22 de mayo no se ha investido al presidente de la Generalitat. Uno de los escenarios alternativos pasaría por formar un Gobierno no independentista, lo que están dispuestos a explorar los comunes liderados por Xavier Domènech y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, si Esquerra Republicana deja de ir de la mano de Junts per Catalunya. Las premisas para que fragüe esa alternativa no son fáciles y más con la situación de encarcelamiento de los líderes del procés,pero los comunes vienen reclamando desde hace días que se estudien “mayorías alternativas”.
Esquerra Republicana gobernó la Generalitat con el PSC e Iniciativa per Catalunya (ahora evolucionada en los comunes) entre 2003 y 2010, pero a partir de 2012 antepuso el separatismo a su carácter de izquierdas y fue socio parlamentario de Artur Mas y después formó parte del Gobierno de Carles Puigdemont con la coalición Junts pel Sí.
El camino recorrido por los republicanos con la antigua Convergència (ahora PDeCAT) y la CUP ha entrado en un callejón que parece no tener salida y crecen las llamadas para que ERC abra el foco de los pactos más allá del independentismo.
Ada Colau se convierte en el mayor referente institucional
La complicada situación política catalana que se arrastra desde hace meses ha convertido a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en el principal referente institucional ante el vacío de poder que supone la ausencia del presidente de la Generalitat y el difìcil escenario de que lo haya. “El estado de excepción que vive Cataluña causa dolor e indignación. Y precisamente por eso necesitamos serenidad, inteligencia colectiva y acuerdo político lo más amplio posible”, escribió Colau la noche del día 25 en Twitter, en un mensaje que finalizaba así: “Presidente Torrent, puede contar con la capital de Cataluña para buscar ese espacio de diálogo social y político”.
Hay quien ha querido interpretar el ofrecimiento de Colau como la disposición de los comunes a formar parte de un Gobierno independentista, pero nada más lejos de la realidad. La alcaldesa coincide plenamente con el discurso de Xavier Domènech, ya que en los comunes catalanes no cohabitan dos almas, como sucedió en su día con la dirección de Podemos con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Lo que une a Colau con el independentismo es la defensa de un referéndum legal y acordado y la oposición al encarcelamiento de líderes secesionistas.
A su vez, la alcaldesa está más débil que nunca en el Ayuntamiento (11 de 41 concejales), tras expulsar al PSC del gobierno municipal por su apoyo al artículo 155, y ese guiño al independentismo le puede venir bien para lograr apoyos puntuales y acabar el año largo de mandato que le queda hasta las elecciones. Sin embargo, de poco han servido esos gestos a Colau, que, de momento, solo ha recibido el portazo de Esquerra Republicana y de la extinta Convergència para aprobar una de las promesas estrellas de su mandato: la conexión del tranvía entre los dos extremos de Barcelona. A la vista de esa oposición, Colau retiró el proyecto en espera de tiempos mejores y de apoyos.
Xavier Domènech, presidente del grupo parlamentario de Catalunya en Comú-Podem, lo reclamó de manera clara durante la segunda sesión del debate de investidura fallido del pasado día 24, cuando abogó por que se configuren mayorías “transversales [con independentistas y no independentistas], amplias y progresistas”, además de un “frente democrático” en la defensa de los derechos fundamentales y las libertades que abarque desde el PSC hasta la CUP.
El presidente del Parlament, Roger Torrent, también reclamó ampliar la base contra “la represión”, pero los comunes aclaran que su acercamiento al independentismo en contra del encarcelamiento de los líderes del procés no les obliga a nada. “Si no apoyamos un Gobierno cuando encarcelaron a Oriol Junqueras no lo vamos a hacer ahora porque hayan detenido a Puigdemont y hayan encarcelado a los que fueron sus consejeros”, explica un dirigente de los comunes.
Domènech prometió en la campaña electoral que sus votos nunca servirían para investir a un presidente de Junts per Catalunya y lo mantiene. Otra cosa sería un candidato de ERC.
“Cuando Esquerra acabe de deshojar la margarita aquí estaremos, pero mientras sigan empantanados en el debate procesista con la CUP y la ANC y la unilateralidad, no hay nada que hacer”, asegura ese mismo dirigente.
En su opinión, la solución pasa por “la vía Tardà”, en referencia a la propuesta que formuló el pasado día 5 el diputado de Esquerra en el Congreso Joan Tardà en un artículo publicado en El Periódico, donde exponía que “el republicanismo debe converger” con las fuerzas políticas favorables al referéndum vinculante, pero también con el PSC.
Las condiciones para que fraguara ese Gobierno de izquierdas no independentista no son fáciles de superar. El primer requisito que plantean los comunes es un Gobierno de cuatro años que priorice la agenda social y que abandone la unilateralidad en la que han perseverado en los últimos meses con las consecuencias judiciales conocidas. Eso implicaría el abandono definitivo del acuerdo suscrito el pasado 8 de marzo entre ERC y Junts per Catalunya, que hasta ahora sigue en un cajón a la espera de pactar un candidato viable.
El segundo condicionante sería sumar al PSC, lo que tampoco será fácil. Miquel Iceta suscribe el discurso de Domènech de formar “amplias mayorías”, pero va más allá y reclama un Gobierno de concentración que incluya a Ciudadanos, una formación incompatible del todo con ERC. El líder del socialismo catalán admitió ayer sin reparos en Telecinco que mantiene mejores relaciones con Esquerra que con el grupo parlamentario de Junts per Catalunya, pero ha exigido a los republicanos una renuncia clara a la independencia a cambio de su apoyo.
A estos requisitos habría que sumar después la aritmética parlamentaria. Esquerra, el PSC y los comunes suman 57 diputados y para que prosperase ese pacto de investidura en segunda vuelta debería producirse la abstención de Junts per Catalunya o al menos de una parte de sus diputados. Ese último escenario implicaría la ruptura definitiva de un grupo parlamentario cada vez más dividido entre los seguidores de Carles Puigdemont y los alineados con la moderación del PDeCAT, cuyos postulados están ahora más próximos a Esquerra que al expresidente.
Con esos obstáculos superados, habría que hablar de nombres para presidir la Generalitat y Esquerra no va sobrada de candidatos, con Oriol Junqueras en prisión y Marta Rovira huida a Suiza. A diferencia de lo que sucede con el Gobierno central, para presidir la Generalitat hace falta ser diputado y eso reduce mucho las posibilidades.
Algunos sectores independentistas han hecho circular en los últimos días el nombre de Ernest Maragall (75 años), exconsejero de Enseñanza del PSC con el tripartito y ahora diputado de Esquerra, pero, por un lado, los socialistas lo vetarían y, por otro, no despierta entusiasmo entre los comunes. Así las cosas, el adelanto electoral en Cataluña está cada vez más cerca.
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