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Folk Yorkston / Thorne / Khan
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Para mayor estremecimiento

El debut en España del trío oriental-occidental se convierte en un episodio emocionantísimo en el Festival de Música Sacra

Pocas veces la suma de tres elementos multiplicó de tal manera sus respectivos valores. Confluyen el folclorista escocés James Yorkston, el bajista de jazz Jon Thorne y el músico tradicional indio Suhail Yusuf Khan, y la alianza dispara el alcance de sus respectivos discursos sin que ninguno de los tres quede enmudecido u orillado. Lo llamaremos simbiosis o intersección, en función de la asignatura de nuestro profesor predilecto. Integración. Magia. Alquimia. Puede sospecharse desde la letra que nos encontraremos con una entente peculiar o compleja, pero no lo es. Llamémosla, en todo caso, absorbente. Basta con vaciar la mente y dejar vía libre a la conmoción. Todo ello, desde el instante mismo en que nuestros tres oficiantes pisan las tablas de la sala Cuarta Pared y optan por una pieza instrumental de sus buenos 10 minutos para romper el hielo.

Existe una conexión mística o profunda, claro, y eso ha permitido que Yorkston/Thorne/Khan recalaran en el festival de Música Sacra. Benditas sean las miradas amplias. El graderío repleto y enmudecido certifica el acierto de un debut español que comenzó a resultar trascendental desde la segunda pieza, la bellísima The blues you sang. James puede invocar los espíritus de The Incredible String Band (que ya conectaban con Oriente por la vía jipi), Fairport Convention o los casi olvidados Heron, pero el canto melismático hindú de Khan se apodera de la segunda mitad de la pieza. Y es entonces cuando la sombra del divino Nusrat Fateh Ali Khan se hace tan presente como un abrazo.

Es curioso que el de Glasgow ocupe la izquierda del escenario y el de Nueva Dehli, en posición de loto, se acomode a la derecha para dejar al mancuniano Thorne en el centro del cuadro, ejerciendo con su contrabajo y sus pies descalzos como fiel de la balanza, pivote y toma de tierra. Luego será él mismo quien tome la voz cantante para Everything sacred, que interpreta con voz frágil, quebradiza, lánguida. Arrugada. Sobre todo cuando casi solloza esa frase hiriente: "Señor, no estoy preparado para morir".

Para entonces, Yorkston ha desenfundado su nyckelharpa sueca (que dice no saber tocar, "como habréis notado"). No hay técnica, pero sí emoción, instinto. Y es curiosa la fusión con el sarangi indio: dos cacharros viejos emparentados por su origen medieval de cuerda frotada. Les faltaría solo añadir una zanfona como la inmortalizada por el Maestro Mateo en el Pórtico de la Gloria; quede dicho aquí a modo de sugerencia. La velada rozó las dos horas y osciló de las improvisaciones sobre cantos sufíes a baladas tradicionales inglesas, poemas de Robert Burns o un original de Yorkston sobre un amigo fallecido, A broken wave, de hermosura dolorosa. Y todo ello con un hilo de voz. Para mayor estremecimiento.

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