La importancia de los que no votaron
Nada hace suponer que el día 22 estaremos mejor que ahora. Falta capacidad de construcción en positivo
En el reciente sondeo del CIS, un 13% del total de los 3.000 catalanes encuestados afirman que no fueron a votar en las últimas elecciones autonómicas del 27 de septiembre del 2015. Su opinión es sumamente relevante ya que ocho de cada diez de esos abstencionistas afirman que irán a votar con toda seguridad o muy probablemente el próximo 21 de diciembre. El dato es importante ya que, recordemos, las pasadas elecciones presentadas como plebiscitarias consiguieron un nivel de participación record en relación con cualquiera de las elecciones al Parlament de Catalunya celebradas con anterioridad. En efecto, si entonces votaron el 75% de los catalanes con derecho al voto, las previsiones sitúan ese porcentaje el 21D bastante por encima del 80%. Recordemos que estamos en una campaña que se sigue con gran expectación y que cuenta además con una cobertura inédita en los medios de toda España.
La encuesta del CIS permite conocer las opiniones y posibles conductas de ese notable grupo de abstencionistas. Ven la actual situación económica y política de Cataluña notablemente peor que como la ven el conjunto de encuestados. Califican al independentismo como un problema de manera bastante más intensa que el resto, y son asimismo considerablemente más críticos con la gestión de la Generalitat y de Puigdemont. Si un 40% en el conjunto de los encuestados califica la gestión de Puigdemont de buena o muy buena, ese porcentaje cae al 17% entre los que no votaron en el 2015. El 60% de ese colectivo tiene ya decidido su voto, y se decantan muy mayoritariamente por los partidos contrarios a la independencia. Solo el 9% piensan votar a opciones como JxCat, ERC o la CUP. Pero, en cambio, creen que lo más probable es que ganen las elecciones los partidarios de la independencia, lo que sin duda favorece ahora su implicación. ¿Qué otras características tiene ese colectivo?. La gran mayoría no nació en Cataluña (dos de cada tres), y en la misma proporción tienen como lengua materna el castellano. Por lo demás, sus perfiles en edad o nivel de estudios no son muy distintos del resto de los encuestados. Mientras que en el global un 50% se reconocen en las expresiones “solo español”, “más español que catalán” o “tan español como catalán”, entre los que no votaron en el 2015 el porcentaje es del 76%. Se definen mayoritariamente en posiciones de izquierda (un 42%) o de centro (un 30%).
¿Qué nos dice todo esto en relación al 21D?. Lo que muestra es la sensación de amenaza que, con razón o sin ella, ha proyectado la declaración unilateral de independencia de finales de octubre en una parte del electorado catalán que no se había sentido concernida antes por el procés. Una sensación de amenaza que está movilizando incluso a un sector que se mostró reticente a participar en las ya intensas elecciones del 27S del 2015. La capacidad de acción demostrada por parte del bloque independentista, ha sacado de la pasividad y del silencio a un gran número de personas que solo ahora piensan votar más en clave negativa (impedir que ganen) que en clave constructiva (cierta dispersión de proyectos alternativos). Y ahora, cuanto más demuestran los independentistas la solidez de sus posiciones (véase Bruselas), más pueden generar la reacción contraria y por tanto poner más en peligro su victoria. Porcentajes de voto que en otras circunstancias (elecciones autonómicas ordinarias) asegurarían un triunfo cómodo que permitiría superar el 50% tanto en escaños como en votos, pueden resultar ahora totalmente insuficientes.
Lo grave de todo ello, es que ese voto en contra, esa movilización defensiva ante lo que se percibe como amenaza, puede acabar legitimando la injustificable dinámica autoritaria y represiva de estas últimas semanas. Y nada hace suponer que el día 22 estaremos mejor que ahora. Falta capacidad de construcción en positivo. Falta poder salir de ese bucle en el que lo que unos ven como solución a todo, es visto por los demás como una amenaza vital. Se ha querido ignorar desde hace demasiado tiempo que el gran seguimiento de las movilizaciones soberanistas no implicaba automáticamente unanimidad ni acuerdo tácito del resto de la población. El deseo de independencia o de reconocimiento de la identidad nacional de Cataluña es tan legítimo como desear el mantenimiento del status quo. El error es tratar de imponer una determinada posición a los demás sin entender que la pluralidad de opiniones y de deseos no solo es algo real y evidente, sino que es asimismo algo a defender y a proteger.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.
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