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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El mal momento catalán y español

La crisis constitucional cabalga sobre el despertar del anticatalanismo adormecido desde la Transición

Enric Company

Cataluña vive un mal momento, que es una de las caras del mal momento que vive España. La crisis del modelo constitucional que ha llevado a la suspensión de la autonomía de la Generalitat relativiza otros aspectos de este desastre colectivo. Sin esta crisis, las múltiples evidencias de corrupción en el PP habrían impedido la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno en 2016. Y habrían obligado al PP a llevar a cabo alguna operación al estilo de las emprendidas por Unió y Convergència a partir de 2014 tras el estallido de los escándalos del pujolismo. Liquidación, refun-dación, nuevo inicio, etcétera. Reconfiguración de las derechas.

Los entusiastas gritos de “a por ellos” que en unas cuantas ciudades españolas acompañaron el 25 de septiembre la salida de los contingentes policiales enviados a Cataluña por el Gobierno de Rajoy son probablemente una de las expresiones más significativas de este mal momento español. Son gritos hostilidad. Luego les han seguido otros eslóganes igualmente sectarios, igualmente inciviles. Son el resurgir de un anticatalanismo que llevaba bastante tiempo adormecido, desde los años de la Transición, pero que estaba ahí. Si se le azuza, funciona, es de sobras conocido. El anticatalanismo fue descrito hace tiempo como la ideología de masas del nacionalismo españolista. El PP lo sacó de su fondo de armario en 2006 cuando lanzó en toda España la campaña contra el proyecto de Estatuto catalán. En Andalucía, donde saltaron hace dos meses los primeros gritos de “a por ellos”, el PP de Javier Arenas lanzó en 2006 una campaña contra el nuevo Estatuto catalán bajo la acusación de perjudicar a Andalucía. Aquella campaña era un acompañamiento de la <CS8.7>recogida de firmas contra el Estatuto organizada por el PP en toda España y fue presentada a la prensa en Sevilla por el secretario general del PP andaluz, Juan Ignacio Zoido. El mismo que ahora como ministro del Interior dirige a los policías aclamados y despedidos al grito de “a por ellos”. El enunciado de la campaña de 2006 era este: “El pacto de Zapatero con el nacionalismo catalán perjudica a los andaluces, y Chaves no hace nada para remediarlo”.

</CS>No es solo esto. Otra expresión del enconamiento civil son los llamamientos a no comprar productos de origen catalán. El antecedente inmediato es el boicot contra el consumo de cava lanzado por Esperanza Aguirre cuando era presidenta de la Comunidad de Madrid. Pero no era una novedad histórica. Iniciativas como estas tuvieron mucha fuerza en algunas partes de España en la década de 1930, durante los debates sobre el Estatuto de Autonomía de la Segunda República. Ahora han reverdecido también y son otra expresión del españolismo anticatalanista. Han tenido éxito. De momento, más de 2.500 empresas, y no precisamente las más pequeñas, han dejado de ser catalanas para pasar a ser españolas en un intento de sacudirse el estigma político y no perder cuotas de mercado. Un buen botín.

La jugada le ha salido redonda al PP. El recurso al anticatalanismo en toda España puso al PSOE a la defensiva a partir de 2006 y lo dividió al dar alas en su seno a los sectores que lo comparten. En Cataluña los ha dividido hasta el extremo de que el PSC ya no gana ni siquiera las legislativas. Envuelto en la bandera de España, el PP ha tapado con ella las vergüenzas de la corrupción que le corroe. Ha exasperado al nacionalismo catalán, promoviendo una radicalización en la que los autonomistas han perdido la hegemonía en el movimiento catalanista en beneficio de los independentistas.

Llegados a este punto, Cataluña ha vivido desde 2012 una experiencia que no sorprende a quienes conocen con detalle su historia política. Esquerra Republicana y la CUP, dos partidos sin cultura de gobierno ni de pacto, han dirigido la política del país. Son fuerzas que en 1978 rechazaron el consenso constitucional y lo vivieron como una derrota. Entonces eran muy minoritarios. Ahora, han vivido el fracaso del autonomismo como una gran oportunidad. Ellos han marcado los pasos de la coalición de gobierno presidida por un ex convergente, Carles Puigdemont. El resultado de que ERC y la CUP dirigieran la política catalana está a la vista: la Generalitat intervenida por el Gobierno del PP y el Gobierno del PP sin oposición en el parlamento español. Los miembros del Gobierno catalán, detenidos o huidos. El presidente de la Generalitat, huido. El independentismo ha malbaratado su oportunidad y ha provocado además la humillación del país. Que quienes han llevado a Cataluña a este desastre pidan la reelección en unas elecciones roza el surrealismo. También aquí urge una reconfiguración.

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