Días del futuro pasado
La sin par formación londinense deja un sabor de boca espléndido en su estreno en la Moby Dick
Una sensación inusual y maravillosa, esa de tener dificultades para adscribir en un género a los músicos que se suben al escenario. Los londinenses Public Service Broadcasting lucen aspecto de chicos cultos y aseados, tres gafapastas de libro que solo discrepan en cuanto a la conveniencia de lucir corbata o pajarita, en el caso de ese cerebro privilegiadísimo que responde al intrincado nombre de J. Willgoose, Esq. Y hay, en efecto, mucha chicha conceptual y ambición cultureta en la obra de estos muchachos distintos a casi cualquier cosa ahora mismo en circulación. Pero hay también la capacidad de operar como un enérgico trío de post-rock, de romper los tímpanos como si el grunge fuera un juego vulgar e inofensivo (All Out) y de disfrutar del prodigioso trabajo a la batería de Wrigglesworth, cuyo exquisito bagaje jazzístico salta al oído en cuanto empuña las baquetas.
No habían pasado por la capital estos ilustres generadores de ambientes y odiseas sónicas, así que el domingo reventaron el aforo de la Moby Dick, ofrecieron una entrega generosa en minutaje y emociones y nos dejaron con la sensación de que verlos en un buen teatro, más pronto que tarde, sería una experiencia interesantísima. Hubo una importante presencia del repertorio de su reciente tercer álbum, Every Valley, alegoría sobre la decadencia industrial (¡y la minería del carbón en Gales!) en la que Progress desató el éxtasis. Y no por casualidad: por desarrollo, estructura, cambios de ritmo, capacidad de adicción y uso juguetón del vocoder, puede que nos encontremos ante una de las piezas del año.
Go To The Road o The Pit confirmaron las buenísimas sensaciones del nuevo repertorio, mientras que la épica espacial del anterior trabajo, The Race For Space, dejó momentos de compenetración absorbente entre los paisajes sonoros y la proyección de imágenes históricas en blanco y negro. Esa sinergia entre electrónica futurista, retransmisiones radiofónicos y eventos televisados del siglo XX constituye un hallazgo fabuloso, una línea de actuación en la que confluyen la política, la conciencia de clase y hasta un cierto distanciamiento intelectual.
Era una invitación a vivir en toda regla unos días del futuro pasado, por parafrasear aquel título histórico de Moody Blues. Pero las influencias, a ratos inabarcables, no van por ahí. Tendremos que buscar más en Kraftwerk, Cocteau Twins, el dream-pop y el post-rock, incluso Mark Isham o Manic Street Preachers. Un inmenso batiburrillo que al final suena, en todo momento, a PSB. Un lujo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.