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Jorge Drexler: “No creo en el mensaje en una canción”

El cantautor presenta su nuevo trabajo 'Salvavidas de hielo' en el festival Temporada Alta

Jorge Drexler en una imagen de archivo.
Jorge Drexler en una imagen de archivo.

Tras tres años de sequía discográfica Jorge Drexler ha editado un nuevo disco, el decimosexto larga duración de su carrera, con un título cargado de sugerencias: Salvavidas de hielo. El próximo sábado iniciará la gira española de presentación de este álbum en el Auditori de Girona (20,30 horas) dentro del festival Temporada Alta.

Pregunta: En el panorama musical actual, tres años de intervalo parecen muchos.

Respuesta: ¡Ni me di cuenta de que habían pasado tres años! La gira anterior fue bien y cuando los directos se alargan no queda tiempo. Además, siendo sincero: es de lo que nosotros comemos. La venta de discos ya no existe y si te siguen llamando para actuar... Tuve que hacer un acto de disciplina y decirme: tienes que hacer un disco porque, como me gusta mucho tocar en vivo y es lo que genera ingresos para mi familia, podría estar de gira toda la vida.

P. Si los discos ya no se venden ¿por qué los hace?

R. Es una necesidad creativa personal y una herramienta de promoción. Yo tengo el chip de escribir canciones y no puedo parar de hacerlo porque no produzca dinero. Hoy en día yo pierdo dinero con cada disco. No es que no gane sino que, por los acuerdos que tenemos los artistas de dar un porcentaje de los conciertos a las discográficas, significa que acabo dando más dinero por las actuaciones que lo que cobro por el disco. De todas formas en mi caso no ha cambiado mucho porque siempre he sido un pésimo vendedor de discos. Mis primeros cuatro discos en España creo que los daban en los congresos discográficos como ejemplo de cuando las cosas salen mal. Vengo de un país, Uruguay donde vivir de la música es un milagro. Nunca tuve expectativas de vivir de hacer un disco. Siempre supe que tendría que trabajar mucho para ganarme un peso. No me parecía mal. Los discos producían conciertos y era más lindo que trabajar de médico [carrera que estudió y comenzó a ejercer antes de dedicarse a la música].

P. Las canciones han dejado de producir dividendos pero da la impresión de que tenemos al alcance de la mano mucha más música que nunca

R. No es que las canciones produzcan menos dinero. Al contrario: nunca han producido tanto. El problema es que entre el que genera el contenido y el que lo recibe y lo paga hay un foso tremendo. Antes en ese foso solo estaban las discográficas y, a través de ellas, el dinero llegaba al músico. Ahora están las empresas telefónicas, los portales de Internet,... Si antes nos quejábamos de que a nosotros nos llegaba un 12% y el 88% por ciento se lo quedaba la discográfica, ahora estamos contentos si nos llega un 1 por mil de lo que gestiona Spotify.

P. ¿Cómo ve el futuro?

R. Todo está cambiando: los mismos que antes solo se lucraban con los contenidos se han dado cuenta de que la gente también quiere cosas nuevas y hay que producirlas. Netflix, Amazon están haciendo cine y series. Me parece una señal buenísima porque tarde o temprano van a venir a llamar a nuestra puerta.

P. Y no hemos hablado de las descargas ilegales.

R. Hay que desterrar el concepto de descarga ilegal y echarle la culpa al público. La sociedad te enseña que puedes tener una cosa gratis y de una forma, entre comillas, legal (nadie te va a meter preso por descargarte una canción), entonces lo haces. Incluso si las descargas son legales, como en Spotify, el rendimiento que producen es mínimo y no compensa el esfuerzo económico de hacer un disco. Todo esto está bajado el nivel de la música.

P. Y en medio de toda esa tormenta, usted con un salvavidas de hielo.

R. No es que el salvavidas sea efímero, es que todo en la vida lo es. Las cosas que nos mantienen a flote son efímeras en un mundo enfermo de voluntad de eternidad.

P. En la primera canción de su disco afirma: “Yo no soy de aquí, pero tú tampoco”. ¿Es un reflejo de lo que está sucediendo en algunas partes del mundo, por ejemplo en Cataluña?

R. No pretendo que la frase sea un eslogan. No tengo ningún interés de aplicar mis canciones a ninguna situación en concreto. No creo en el concepto de mensaje. La canción es lo que es, surge de una descarga emocional mía y responde a una manera que yo tengo de ver el mundo que no pretende ser un manual de nada. Puedo dar mi opinión sobre muchas cosas y en muchas otras me parece inteligente callarme. También digo en el disco que no hay que desperdiciar una buena ocasión de callarse. Todo el mundo piensa que, por estar ante un micrófono, puedo opinar de todo y yo tengo muy poca información sobre algunas cosas. En la situación actual no se está enfrentando un nacionalismo contra otra cosa, aquí se enfrentan dos nacionalismos y los argumentos más feos de los dos lados tiene un tono infantil. El mundo entero lleva muchos años generando instituciones más grandes, supernacionales, asociaciones de estados. La tendencia es siempre a agrandar. Tengo muchas ganas de ir a Cataluña, juntarme con mis amigos y verlo todo en primera persona. Tengo siempre la necesidad de percibir directamente el componente emocional de las cosas.

P. El disco contiene también algunas contradicciones como despedir a los glaciares y bendecir la radiación de las antenas de telefonía. ¿Le gustan las contradicciones?

R. El disco está lleno de paradojas. La primera es el título: me salvas o no me salvas. Nunca me han gustado las visiones unidimensionales, tener una visión en estereoscopia, dos ángulos de mira diferentes dan profundidad a la visión de un problema. Me parece un excelente ejercicio el ponerse en la piel del otro e intentar encontrar el lado complementario y no solo el contradictorio, qué es lo que le pasa al otro y por qué. La única reacción pública que tuve a lo que pasó el uno de octubre en Cataluña fue el día 3, cuando empecé la gira en Montevideo, salí al escenario y canté una canción en catalán. ¡Que la gente deje de identificarse solo con un lado de las cosas!

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