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Mi gozo en un pozo

El uso del pabellón Victòria Eugènia de Montjuïc era una vieja reivindicación para la ampliación del MNAC que sí lo necesita

Una exposición en el pabellón Victòria Eugènia.
Una exposición en el pabellón Victòria Eugènia.Albert Garcia

Carles Geli lo explicaba muy bien hace unos días: ha habido un cambio de planes en la adjudicación del pabellón de Victòria Eugènia. Ahora es un espacio de grandes exposiciones a disposición de los museos de Barcelona, que no estoy segura de que lo necesiten. En general, las grandes muestras internacionales nos han esquivado por razones de presupuesto: las expos se pagan; el sitio es lo de menos. El caso es que ese inmenso pabellón de la Fira, que ahora no se usa, era una vieja reivindicación del director del MNAC, Pepe Serra, que necesita –él sí—un espacio para temporales y una mejor conexión con la ciudad. El MNAC tiene casi un millón de visitantes al año, de los cuales la mitad son aborígenes, pero lo cierto es que, a medio aire de la montaña, cualquier cosa que se ponga en el medio impide el paso. Un salón multitudinario, una carrera popular.

Pepe Serra es un lujo para la ciudad. Está obsesionado con hacer del MNAC un museo actual, o sea, más que un museo. Serra participa del debate que mantienen los directores de las grandes marcas europeas, con las cuales no puede competir en presupuesto –las cifras son de risa— pero sí en reflexión. Digamos que se sienta en la misma mesa. A cambio, pide un poco de espacio para crecer y unos dineros que vayan más allá del año a año. El Ministerio, por ejemplo, lleva años aportando por debajo de lo que por ley le toca: un buen día suena el teléfono y te comunican que vas a recibir la mitad y adiós, hasta la próxima. No creo que esa comunicación del Ministerio haya dolido tanto como la de bloquear el proyecto del Victòria Eugènia, que era lo que Pepe Serra tenía entre ceja y ceja, como única posible expansión. Jaume Collboni, responsable político de la cultura municipal, me dijo hace poco: “Estoy en ello, pero no quiero ser la única institución que pague”. Estamos hablando de dos millones y medio. Supongo que la Generalitat ha declinado y por eso Collboni decidió socializar el espacio, “barcelonizarlo”. De paso, ha estrangulado las posibilidades del MNAC, incluso las económicas. Los museos tienen manera de ganar dinero con sus espacios y concesiones. Ahora ya no.

Esto, que parece una anécdota, demuestra que Barcelona tiene confundido y espeso el concepto de capitalidad. Tanto hemos hablado de las ciudades como protagonistas, que Barcelona ya no sabe asumir su rol de país. Es un rol básicamente cultural. Quiere decir que hay equipamientos que son de Barcelona por capitalidad, aunque la ciudad sea uno más en el consorcio. No tiene sentido que el Ayuntamiento invierta —bien invertidos— 3 millones en reformar la Casa Padellàs, que es la asignatura pendiente del MUHBA, y al mismo tiempo opine que 2,5 para el MNAC no corresponden. La cultura es un difícil equilibrio entre creatividad, industria y patrimonio. Después, las políticas cada uno la suya: no hay cosa más opinable que una política cultural.

Ahora bien, Barcelona, como Ayuntamiento, tiene una obligación elemental: establecer circuitos permeables para garantizar el acceso a la cultura, tanto en el consumo como en la creación. Y, siguiendo este mandato, Collboni ha programado una serie de actuaciones en equipamientos de barrio, el primer escalón de la vida cultural. El problema no es aquí qué se hace, sino quién decide. Este nivel tiene que tener altísimas dosis de autogestión, sobre todo si el ICUB tiene los antecedentes de dirigismo –dirigismo es control—que ostenta. Y si este Ayuntamiento ha logrado que ganen todos los concursos culturales personas de su propia cuerda, los “suyos” para entendernos. Esto nos da una cultura muy homogénea, muy tópica, muy basada en valores que nadie discute pero que llegan a saturar. Una cultura previsible (iba a decir soviética, pero es excesivo). Gràcia plantea hoy una “festa major” sostenible y antimachista. Hay momentos que una tiene ganas de gritar “¡basta de pedagogía!”, volvamos al barrio.

Si por abajo la cultura está prisionera de una determinada longitud de onda y por encima se mira más la titularidad que el futuro, tendremos una ciudad muy poco competitiva en este campo. Barcelona es poco generosa. Me gusta cuando Pepe Serra dice que el museo —patrimonio, debate, identidad—es un sitio para hacerse preguntas, para reunirse, para pensar. Lástima que Collboni no lo siga por aquí. Me pregunto por qué este MNAC activo y ambicioso no acaba de encajar en sus planes.

Patricia Gabancho es escritora.

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