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La gran verbena del rock catalán

El festival Canet Rock reúne a más de 20.000 personas y contará con quinta edición

Pau Donés de Jarabe de Palo, en plena actuación del Canet Rock.
Pau Donés de Jarabe de Palo, en plena actuación del Canet Rock.A. R.

“12 horas de música y locura”, citaban los carteles del primer Canet Rock en julio de 1975. Más de cuarenta años después, el festival ha conseguido consolidarse en la cuarta edición tras su resurgimiento como la gran fiesta del rock catalán. Una gran verbena que ha reunido a más de 20.000 personas y que promete, al menos, una quinta entrega.

Las primeras actuaciones de la velada apelaban a un público más familiar bajo la voluntad de ser un “festival popular”, según la organización. El ritmo magnético de Hora de joglar dejaba paso al intimismo eléctrico de La iaia. Fueron Gossos los primeros en congregar al respetable a orillas del escenario. Al son de clásicos como Condemnats y de todo un himno como Corren, cantado a pleno pulmón por los asistentes.

El relevo lo tomó Josep Maria Mainat, integrante del grupo cómico La trinca. Un buen preludio para una de las actuaciones más celebradas de la noche. Jarabe de Palo salía al escenario con mucha fuerza. Con el público en el bolsillo desde el minuto uno con Bonito, los de Pau Donés repasaron 20 años de éxitos haciendo gala de un rock potente pero con sentimiento para el que no pasa el tiempo. La guinda la ponían Depende y La flaca para cerrar un concierto que desbordó emoción.

Jarabe de Palo encendía la gran traca. Els Amics de les Arts se plantaban por tercer año consecutivo en el escenario con Jean Luc, una de las canciones bandera del grupo. En un directo más eléctrico de lo habitual presentaron temas del nuevo disco como El seu gran hit. Aun así, no podían faltar a la cita éxitos como 4-3-3 o Louisiana o els camps de cotó.

El descanso estuvo amenizado por un Miquel del Roig que con su formato de radio fórmula y únicamente acompañado de su guitarra llevó al público de Melendi al Despacito de Luis Fonsi. Con los asistentes entrados en calor se presentaba una de las bandas emblema del rock catalán. “¡Bona nit malparits!”, gritaba Gerard Quintana en su primer contacto con el micrófono. Sopa de Cabra mezcló nuevos trabajos con grandes clásicos en un repertorio con un final apoteósico: El far del sud, Camins y otro himno como L’Empordà.

Las primeras bengalas de la noche llegaron con Zoo. Los valencianos pisaron el escenario dispuestos a romper con todo. El sonido duro marca de la casa y unas letras que se clavan cual puñales pusieron a bailar a todos los seguidores que esperaban ansiosos. A pesar de coquetear con géneros muy electrónicos, no faltaron las críticas Corbelles y Vull y el buen rollo de Estiu.

El impase se produjo con Buhos, Itaca Band y Doctor Prats. Los primeros asistentes empezaban a alejarse del jaleo del escenario para descansar antes de Txarango, que ponía el toque de queda. Hacerse camino hacia la tarima era prácticamente una carrera de obstáculos. Cuando las primeras luces del día asomaban tímidamente en el horizonte, Txarango salió a escena. Cargados de la fuerza que les caracteriza devolvieron al público a la vida y pusieron patas arriba el escenario. Músic de carrer rozaba el éxtasis y Compta amb mi ponía el punto final a una velada intensa y llena de emociones.

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