Emociones torturadas
El grupo presenta este jueves su último disco 'Voyeur amateur' en la sala But
Agosto de 2016 en Ponteceso, un precioso enclave en la Costa da Morte. Dos docenas de músicos españoles de la escena independiente se despabilan al calor de las magdalenas y el café humeante. Comentan sus actuaciones de la noche anterior en V de Valarés, un festival entre pinos, robles y la arena de la playa. Todos ríen, bromean, intercambian chascarrillos, ojean la prensa matinal, calculan la distancia hasta el siguiente bolo. Todos menos uno. Leo Mateos también ha ofrecido en la víspera un concierto espléndido al frente de Nudozurdo, pero él prefiere paladear su inyección de cafeína en completa soledad, absorto y con la mirada perdida en su mesa. Ni siquiera el bajista Meta y el batería Ricky Lavado, sus compañeros de formación, se le aproximan. Leo es dueño de un rico universo interior y parece evidente, en la perezosa mañana coruñesa, que anda inmerso en él.
Quizá anduviera dándole vueltas a Voyeur amateur, el intenso (y extenso) nuevo disco de la banda, recién aterrizado en las tiendas y objeto de presentación este jueves, día 20, en la sala But. No han transcurrido ni dos años desde su antecesor, Rojo es peligro, y el material que se estrena ahora suena en cierta medida a reacción frente a aquel: más crudo, rockero y expansivo, sin apenas presencia de sintetizadores y con algunos hallazgos (Úrsula, hay nieve en casa, Bondage belcanto) a los que al instante se les intuye larga vida entre los favoritos del repertorio.
Nudozurdo ha cambiado de sello discográfico y ha accedido por vez primera a trabajar junto a un productor, el ubicuo Ricky Falkner, pero sus emociones torturadas siguen impregnándolo todo. Y resulta esperanzador que una propuesta tan underground (no se nos ocurren muchas bandas que puedan escribir una pieza como Genocida bilingüe) acabe trascendiendo e incluso popularizándose en los festivales.
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