Unas extraescolares extraordinarias
Colegios e institutos de la Comunidad diversifican la oferta de actividades fuera del horario escolar
Marta y Diego atienden, junto al resto de sus compañeros, las instrucciones de Anika, que mira con determinación y cariño a dos perros. La clase de hoy tiene lugar en el colegio Carmen Hernández Guarch, en la localidad de Tres Cantos (Madrid), durante el recreo de comedor.
La preparan los chicos de AdiestCan, la única empresa en Europa que trabaja la actividad de convivencia canina en colegios. “Esto surgió de una maravillosa coincidencia, pues adiestramos al perrito del director de un centro y, al vernos trabajar, le pareció que los valores y las dinámicas podrían ser interesantes para los niños”, explica Anika.
En convivencia canina aprenden a gestionar emociones como la frustración, el miedo o la ira
Lo que empezó el año pasado como una actividad extraescolar a la que solo se apuntaron cinco niños, no tiene ya una plaza libre. “Se corre la voz y nos alegra escuchar a los padres decir que todo lo que aprenden sus hijos aquí sobre empatía, asertividad, liderazgo, gestión de emociones como la frustración, el miedo y la ira… lo llevan a casa”, comenta la adiestradora.
El inglés y el fútbol como extraescolares nunca pasarán de moda, pero la oferta se amplía y cambia de forma, incluso se desplaza a la hora de comer. “Muchos colegios de Madrid son bilingües en horario lectivo, por lo que nos abrimos a otras propuestas de actividades, normalmente que se salgan de lo habitual”, explica Rodrigo, portavoz del AMPA del Carmen Hernández Guarch.
Otros intereses
Hace unos años, empezaron a ponerse de moda los huertos urbanos dentro de las propuestas fuera del horario lectivo. Y ahora, en los planes de estudios extracurriculares se cuelan yoga, mindfulness, circo o cocina, como sucede en el Liceo Europeo. Y no es casualidad, la generación de los padres de niños en Infantil y Primaria han salido a un mundo muy distinto al de los abuelos. Las prioridades de las nuevas generaciones han cambiado, tanto a la hora de elegir trabajo –pesa casi más lo flexible que lo estable– como por formas de ocio y vida saludable. “Son padres que no quieren para sus hijos lo de siempre. La educación emocional ha pasado de tener cierto peso a convertirse en algo que lo cambia todo”, apunta Anika.
María G., la madre de Diego y Marta, lo ve así: “No solo es que los nuevos padres tengamos otros intereses. Antes nadie se molestaba en buscar otras opciones, y ahora sí”. Para ella, “en realidad, la oferta es más asunto de los niños, que son los que tienen otros intereses, ya no es sota, caballo y rey”.
En colegios como el Zola de Villafranca, por ejemplo, se imparten no solo baile o alemán, sino filosofía para niños de cuatro a cinco, inteligencia emocional y oratoria. Por su parte, el colegio Estudiantes de Las Tablas imparte kung-fu y mindfulness, entre otras extraescolares. Jaime M. S. lleva allí a sus hijos. “Lo que me gusta de todas estas actividades es que se ajustan más a lo que los niños necesitan; valoro la variedad”, explica Jaime. Y así, apunta, que tienen a uno de sus hijos “en robótica”, y para el otro, “que es algo más introvertido”, han elegido mindfulness. “No sabemos exactamente cómo es, pero, a priori, parece atractiva”, reconoce. Jaime y su esposa, Marta, son padres de menos de 40, que trabajan de 9.00 a 20.00, como tantos otros padres y madres en la ciudad. “Puede parecer que hacemos uso de las extraescolares porque nuestros horarios son un hándicap, pero aprovechando esa difícil circunstancia, buscamos una oferta atractiva para que nuestros hijos reciban una formación enriquecedora”, dice.
Voluntariado social
En general, las extraescolares han arrastrado la fama de que sirven poco más que para dejar a los hijos en el colegio hasta que los padres salen, o para que se desfoguen con algún deporte. Eso cuando no tienen que recuperar materias. “A veces somos un poco proveedores de servicio a la no conciliación que sufren los padres”, explica Juan Moreno, jefe de estudios del colegio Valdeluz, también en la zona norte de la capital. “Aquí hay niños que llegan a las ocho de la mañana y se van pasadas las seis de la tarde”. En este colegio, que ha dado alumnos que han sido miembros de selecciones de disciplinas minoritarias como hockey, la apuesta del deporte se amplía año a año y se añade el voluntariado social, juegos de laboratorio y ciencias experimentales y robótica. “Ven lenguajes de programación, aprendizaje a través de Lego, sensores básicos, motores. La clave es lúdica siempre”, cuenta Moreno. La tecnología se enseña jugando porque es el mundo en el que viven los niños, nativos digitales. El Liceo Europeo, de hecho, ofrece talleres sobre IoT (Internet de las cosas).
Necesitan, no obstante, herramientas para moverse fuera de lo analógico. Con esa máxima nació hace dos años Pasaporte Digital, proyecto fundado por Mònica Roca y Anna Flotats. Sus talleres pretenden “alfabetizar digitalmente”, explica Flotats. “Que sean nativos digitales no les hace directamente competentes para moverse en el mundo digital; saben mucho de redes y tabletas, creen conocer cómo funciona la Red, pero, a la hora de la verdad, no es así”. Este proyecto les enseña, por ejemplo, a buscar información de manera eficaz y eficiente, “a distinguir una fuente fiable de otra que no lo es, o cómo se hace la Wikipedia, porque no saben nada de todo eso”. Además, se les muestra el poder de los datos en línea y el control que ejercen sobre otros a través de las redes si las usan de manera irresponsable. “No se puede generalizar, pero los adolescentes utilizan Internet de manera poco reflexiva”, explica Anna Flotats.
Kung-fu, ‘mindfulness’, creación, oratoria o inteligencia emocional son algunas de las propuestas
Creación en la escuela
En esta misma línea sobre el control mal ejercido, aparece la iniciativa Cortos por la Igualdad, que se puso en marcha en varios centros de Parla y que invitaba a los jóvenes a reflexionar sobre problemas de género a través de un taller de cine. Otra apuesta creativa con un enfoque distinto es la de Levadura, que convierte a los niños en sujetos creadores. El proyecto, puesto en marcha hace dos años por el Ayuntamiento, la Fundación Banco Santander y Pedagogías Invisibles, lleva a los creadores a trabajar con los niños desde la idea a la práctica. “Nace de la inquietud de acercar la creación contemporánea al colegio”, apunta Eva Morales, de Pedagogías Invisibles. “La cultura para ellos es algo que se consume, que requiere entrada. Nosotros los empoderamos, les hacemos partícipes del proceso creativo, para que vean su potencial junto a los artistas que seleccionamos”, cuenta Morales.
Uno de los últimos proyectos de Levadura fue De la casa a la plaza, una residencia de una arquitecta que llevó a los niños del colegio Hermanos Amorós a conocer el espacio que les rodeaba enseñándoles “a hacer ciudad” empezando por su barrio, Carabanchel.
Ese concepto de conocer lo cercano es la máxima de Javier Rico y la que guía el proyecto que propone, en forma de extraescolar, a los colegios de Madrid. Lleva ya cinco cursos impartiendo avistamiento de aves. “Todos los coles tienen un parque o un descampado cerca y en ellos se encuentran de 17 a más de 30 especies y los niños están cansados de pasear por los parques, pero no saben mirar hacia arriba”, asegura Rico.
La idea de A Ver Aves surgió, como también sucede con otras actividades extraescolares, para cubrir una carencia existente en los centros, y Rico señala con orgullo el hecho de que es una actividad que saca a los niños del centro. “Hay que llevarlos a la calle. Las estaciones del año solo pueden aprenderse observando lo que está fuera. Los niños desconocen totalmente lo que pasa fuera y es fascinante ver esos ojos de asombro cuando aprenden, cuando te dicen: ¿pero eso está ahí siempre?”, comenta Rico.
Esto sí son años de práctica
El instituto Miguel Catalán de Coslada se hizo con el premio Edebé de Aprendizaje y Servicio en 2016 por su forma de enseñar materias transversales tirando de memoria, o sea, a través del trabajo con personas de la tercera edad. “Hace un tiempo propusimos al Consistorio la colaboración con mayores y vinieron encantados. La idea era trabajar con la memoria histórica y la suya propia”, apunta el director del centro, Ángel Luis García Aceña. Y así pusieron en marcha una serie de actividades vinculadas a todas las asignaturas del centro; primero era para algunos cursos, pero la demanda los llevó a abrir la opción a todos. “La idea es que todas las asignaturas se vinculen al trabajo con mayores”.
El curso pasado, el equipo de trabajo lanzó un recetario lleno de pistas e instrucciones para cocinar lo mismo que los mayores comían en la Guerra Civil. “Era una forma de tratar un acontecimiento histórico del que se habla poco a través de la gente que lo vivió en primera persona”, explica el director. Entre las actividades que hacen con los mayores, está también el huerto, plantado junto a uno de los muros del colegio. Ha tomado distintos nombres, pues cada nuevo curso se rebautiza, pero es un proyecto “hecho mano a mano por todos”.
“A través de esta actividad, los chicos aprenden valores como responsabilidad o empatía, evolucionan mucho en lo humano y realmente se les ve disfrutar, a unos y a otros”, explica García Aceña. Los de más edad, detrás de sus arrugas, sonríen: “A mí esto me rejuvenece, me da la vida esta gente”, apunta uno de los mayores. En el huerto, mandan los mayores: “Hay que tener cuidado con las raíces, que son delicadas”, explica uno de ellos mientras abre un hueco en el suelo para dejar caer la tierra, hecha un bloque.
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