El palacete de Ramón y Cajal será transformado en pisos de lujo
Situado junto al Retiro, el científico español vivió e investigó allí durante 23 años
La Casa donde vivió la mayor parte de su vida madrileña Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón, Navarra, 1852- Madrid, 1934) va a ser interiormente transformada para albergar siete viviendas de lujo, personalizadas, con jardín, estacionamiento robotizado y gimnasio. Así lo pregona un gran cartel que cubre al completo la fachada del palacete de la calle de Alfonso XII, 64, frente al Observatorio Astronómico del Retiro, que el científico navarro encomendó construir al arquitecto Julio Martínez-Zapata y en el que habitó a partir de 1911 hasta su muerte.
En medios científicos madrileños consultados cunde el desánimo ante la oportunidad perdida -por desinterés de las autoridades-, de consagrar ese mismo edificio a un museo dedicado a exponer la ingente obra del egregio investigador, quien fuera considerado como el padre de la neurociencia y, en virtud de tal cualidad, recibiera el Premio Nobel de Fisiología en 1906, compartido con el italiano Camilo Golgi. Dibujos, fotografías y escritos del egregio investigador español permanecen dispersos entre una mera habitación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y alguna otra exigua dependencia.
El palacete, de cuatro plantas y un ático de antigua terraza, languideció abandonado varios años y fue adquirido por el empresario colombiano Óscar Pedraza, según indican fuentes de la promotora inmobiliaria. Hoy, el edificio se encuentra andamiado al completo y su fachada, en obras desde el arranque del pasado verano. Una placa que recuerda a su ilustre morador permanece sellada, al parecer para evitarle daños. Tan solo se conservará íntegramente la fachada, ya que su interior -crujías, forjados y cubiertas- será remozado para transformar en viviendas de lujo sus históricas estancias, sótano de laboratorio incluido, sobre las que discurrieron la vida y las investigaciones del ilustre científico entre 1911 y 1934. Otras instalaciones más amplias, de espaldas a este palacete, albergaron el “Laboratorio biológico del Doctor Cajal”, como reza una placa en una vitrina del Museo Nacional de Antropología del Doctor Velasco, edificio contiguo al palacete de Cajal situado en la glorieta de Carlos V, frente a la estación de Atocha.
Allí, junto al Retiro y no lejos del hospital universitario de San Carlos, hoy Museo Reina Sofía, donde Ramón y Cajal impartiera su docencia, quiso el científico trasladarse tras haber vivido entre 1892 y 1911 en dos domicilios: el primero, en una casita de campo con un pequeño huerto, situada en un talud del barrio de Amaniel, en el confín de Cuatro Caminos entonces despoblado; y, posteriormente, en un piso en la confluencia de las calles del Príncipe y de Las Huertas, en el barrio de Las Letras. Estuvo casado con Silveria Fañanás, con quien tuvo siete hijos.
Santiago Ramón y Cajal había nacido en Petilla de Aragón en 1852, en una familia de la burguesía local. Su padre, cirujano y hombre riguroso, le aplicaba durante su creativa y algo atolondrada adolescencia castigos frecuentes, como el encierro en una habitación con un ventanuco por donde la luz avaramente se filtraba. El joven Santiago estaba dotado de una especial sensibilidad plástica y cromática, así como de una capacidad de observación fuera de lo común, amén de gran aptitud para el dibujo. Por ello, quedaba hechizado con los contrastes de la luz y la penumbra que le acompañaban en su familiar cautiverio.
De tales visiones nacería, juntamente con la vocación investigadora, su afición a la fotografía y de esta derivaría lo que fue quizás una de las mixturas metodológicas más importantes de la Ciencia de su tiempo, tercer tercio del siglo XIX, aún subdesarrollada: la aplicación de la fotografía al estudio celular y, más precisamente, a las estructuras sináptico-fisiológicas del sistema nervioso por él descubiertas. Sus mapas sobre la red de conductos por donde discurre la motricidad humana siguen siendo una referencia mundial para investigadores y estudiantes.
Hoy en Madrid, varios bustos y esculturas, en el Retiro, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de la calle de Serrano y en el gran hospital que lleva su nombre en el barrio de Fuencarral, evocan la figura de Santiago Ramón y Cajal. Aunque su palacete madrileño ganará, presumiblemente, confort residencial para sus futuros inquilinos particulares, la huella espacial y la historicidad de su genio perderán presencia en la memoria colectiva de la ciudad.
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