Claves del postmodelo Barcelona
Lo que hoy se está desarrollando no es un modelo cerrado e impuesto de ciudad. Dar prioridad a la política de vivienda asequible supone una nueva manera de entender el urbanismo
La Barcelona actual aspira a convertirse en un referente como ciudad de los derechos y las oportunidades. Pero, ¿cómo conseguir que este énfasis en la justicia social empiece a reflejarse en los aspectos físicos y urbanos?
Para ello ha sido prioritario tomar decisiones drásticas. Si toda ciudad está formada por partes esenciales —movilidad, espacio público/espacio verde, vivienda, trabajo, equipamientos (salud, educación, deporte, cultura...) y comercio— la interferencia del turismo masivo pone en peligro estos elementos del sistema urbano. Donde esto ya sucede la calidad de vida de sus habitantes queda condicionada. De hecho, la ciudadanía ya lo considera el segundo problema más importante. Para poner orden a la huella expansiva de la industria turística se dictó la moratoria de alojamientos turísticos y se ha redactado el PEUAT (Plan Espacial Urbanístico de Alojamientos Turísticos), parando la realización de algunos hoteles, aunque otros habían ya iniciado los trámites, han obtenido la licencia y se están realizando.
Este monocultivo del turismo, uno de los efectos de la Barcelona postolímpica de éxito, con la posterior perversión de los apartamentos turísticos, está condicionando muy negativamente el derecho a la vivienda.
Y es que el modelo actual es bien distinto al modelo Barcelona, en el que no se priorizó la vivienda social; no se mejoró el transporte público y se primó la construcción de las rondas; no hubo ningún criterio de sostenibilidad; no se respetó el patrimonio industrial; y la relación público privado se basó en una alianza en la que se consideraba lícito facilitar suelo público a los inversores.
Lo que sí tiene continuidad y se multiplica, en relación a los últimos mandatos, es la voluntad de ser una ciudad ecológica, pensada para el peatón, que ha de ir conquistando asfalto al automóvil: desde los interiores de manzana, los nuevos bulevares como el Passeig de Sant Joan o los muros verdes, junto a los parques pendientes en Glorias y en La Sagrera, hasta la pacificación de la Meridiana, la reestructuración de Pere IV y el gran número de vías verdes, nuevas o remodeladas, que se van a iniciar para hacer una ciudad más saludable y menos contaminada.
Al poner los derechos como centro de la ciudad se ha rescatado el derecho a la vivienda. Y no solo la política de vivienda asequible se ha convertido en prioritaria, sino que la ciudad se empieza a pensar y reestructurar a partir de la redistribución de la vivienda social. Resulta increíble que, frente a una emergencia habitacional que ya tiene años, en el anterior mandato se decidiera dejar de hacer vivienda pública. Hoy se afrontan los diversos problemas de la vulnerabilidad habitacional habiendo creado equipos como la UCER (Unidad contra la exclusión residencial); defendiendo el buen uso de la vivienda al iniciar el inventario de pisos vacios, incorporar una parte de ellas al fondo de alquiler asequible y aplicar la disciplina de la vivienda; promoviendo cooperativas; argumentando la necesaria regulación de los precios de alquiler; creando el Observatorio de la Vivienda, etcétera. Y en la promoción de obra nueva destaca el concurso internacional de más de 300 viviendas en Glòries, al que se han presentado 95 equipos de arquitectos.
Dentro del terreno del derecho a la vivienda ha de ser clave una rehabilitación proactiva, que más que subvenciones establece convenios y que se dirige a aquellos barrios y edificios que más la necesitan. A través de la rehabilitación energética y del Pla de Barrios se pueden mejorar los espacios de vida de las personas y se puede conseguir el urbanismo redistributivo que se plantea. Este Plan de Barrios, que ha empezado por la gran franja del Besós, está activado de manera transversal, para reforzar la mejora de aquellas áreas de Barcelona con problemas de desigualdad y que más necesitan enriquecer su estructura urbana, mejorando el espacio público y reforzando sus equipamientos, especialmente los educativos.
Lo que hoy se está desarrollando no es un modelo cerrado e impuesto de ciudad, sino un postmodelo, que tiende hacia una manera nueva de entender el urbanismo; un urbanismo que deja de plantear como objetivo las grandes obras y que reclama la renovación de planes y leyes, para hacerlo más versátil y ágil; un urbanismo táctico, de lluvia fina; un modelo de cambio y en continuo debate y revisión.
Josep Maria Montaner es arquitecto y regidor de Vivienda y del distrito de Sant Martí.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.