En la mirada de Estefanía y Aarón
Las víctimas de la violencia de género resumen un drama que alimenta los números de las cifras de la vergüenza
Aarón contempló cómo su padre M. A. G., el día 22 de Septiembre de 2013, de madrugada, clavaba un arma blanca a su madre Estefanía en su domicilio de Málaga por sorpresa. Vio como ésta caía y cómo su padre ejecutó su plan de asesinarla asfixiándola cuando estaba ya en el suelo.
Tras ser testigo de este crimen de género hacia su madre, Aarón, de tan solo cinco años, estalló en llantos y gritos. En apenas segundos, sus ojos dejaron de ver porque esta fue la escena última que conocemos en vida de Aarón: la que contemplo en el dormitorio de sus padres tras el asesinato de su madre. Y es que su padre, con el único fin de acabar con su vida, le obstruyó los orificios respiratorios con la mano y le comprimió el tórax ocasionándole la muerte inmediata sin que constaran en Aarón signos de defensa alguna dada su fragilidad y la inesperada y súbita acción de su padre.
Lo que Estefanía y Aarón no pudieron ver es a su asesino acostado entre sus cuerpos ya sin vida, donde fue descubierto por el abuelo del niño y padre de la madre. No pudieron defenderlo cuando M. A. G. le agredió al verse descubierto. Y no pudieron escuchar lo que M. A. G. le dijo al padre de Estefanía y abuelo de Aarón: "Vas a ser el tercero”. Tampoco pudieron defender a su madre y abuela cuando ésta contempló lo que los ojos de Estefanía y Aarón ya no veían tras ser víctimas de la violencia de género.
Previamente, los ojos de Aarón habían observado cómo, desde la ruptura de sus padres en julio de 2013, su padre sometía a Estefanía a llamadas constantes, hostigamientos con mensajes, insultos y manifestaciones como “serás mía sí o sí”. Veía cómo su madre Estefanía sufría esta situación en silencio e intentando no alarmar a sus ya asustados ojos.
En las vidas de estas víctimas de la violencia de género se resume un drama que esconde cada historia, que alimentan los números de las cifras de la vergüenza.
Estefanía y Aarón vivieron y vieron la violencia de género en primera persona a través del maltrato habitual, las coacciones, las lesiones y el asesinato. Por estos hechos, M. A. G. fue condenado por un jurado popular por unanimidad y sentenciado, de forma firma e irrecurrible, el 26 de mayo de 2016 en la Audiencia de Málaga. El jurado representaba a la sociedad ejerciendo la justicia popular, un símbolo que hemos de trasladar a nuestras vidas. Y es que la sociedad, unánimemente, ha de condenar la violencia de género.
Pero, ¿qué está fallando entonces? Falla la difícil concepción de los maltratadores y los asesinos de género de lo que realmente son. Falla la reinserción y la rehabilitación de los maltratadores. Falla la concepción patriarcal de la pareja -"Serás mía sí o sí”. le reiteraba M. A. G. a Estefanía como símbolo de poder- y falla el silencio de las víctimas durante la violencia de género. Porque esa construcción asimétrica de la pareja, fortalecida en la desigualdad, encadena la libertad de las víctimas de violencia de género. Y se repite incluso desde el proceso judicial emprendido.
Estefanía no pudo alzar su voz y nunca pudo imaginarse que sería asesinada por no querer ser de M. A. G. "sí o sí”. Y lo que es peor, no pudo ni supo prever la más mínima posibilidad de que los ojos de Aarón no pudieran ver más allá de sus cinco años al ser asesinado por su padre y por los mismos motivos que lo fue ella.
Los hechos del doble asesinato de Estefanía y Aarón están recogidos en la sentencia firme 3/16 del juicio del tribunal del jurado de Málaga 2/16 al que tuve el honor de acudir poniéndole voz a las asesinadas voces y derechos de Estefanía y Aarón por su expareja y padre respectivamente. Y lo hice como fiscal especializada en violencia de género observando y defendiéndoles a través de los ojos de Estefanía y Aarón.
Hoy M. A. G. cumple condena de 43 años y 6 meses de prisión. Nos queda el débito de su reinserción y la obligación moral de no olvidar los nombres de Estefanía y de Aarón para seguir dándole todo el apoyo moral a su familia para que no sean, tras la sentencia, los olvidados de la violencia de género. Y es que sólo tuvimos que ser los ojos de Estefanía y Aarón para comprender qué les ocurrió y darles justicia reconstruyendo uno a uno sus derechos.
Una justicia que llegó pero que no nos devolvió sus vidas. Por eso, en nuestras miradas contra la violencia de género, Estefanía y Aarón estarán siempre presentes. Porque esa tragedia está en lo que los ojos de Estefanía y de Aarón contemplaron antes de ser asesinados y lo que hemos reconstruido en sus nombres a través de sus miradas.
Flor de Torres Porras es fiscal delegada de Violencia a la Mujer en Andalucía.
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