No entregaré mi bandera roja
Patéticas avalanchas mediáticas de las grandes empresas de comunicación intentan camuflar el que debe ser el debate político
El desempleo, la precariedad, el incesante aumento de la desigualdad y la pobreza, los desahucios, el aumento del déficit y por lo tanto la amenaza de más recortes son parte del escenario real en el que se celebrarán las próximas elecciones generales, más allá de la “política espectáculo” con la que los partidos tradicionales, y las llamadas nuevas formaciones emergentes, pretenden distraer de los problemas reales a la mayoría social de nuestro país.
Reiterativas y patéticas avalanchas mediáticas de las grandes empresas de comunicación intentan camuflar el que debería ser el debate político de las propuestas y de los programas de los estudiados y planificados perfiles humanos de los candidatos.Creados estos al efecto por las maquinarias electoralistas de los partidos o por las empresas especializadas contratadas, que lejos de clarificar medidas concretas a desarrollar, sí reciben el suficiente apoyo electoral y enfatizan lo banal frente a lo fundamental.
Lo importante no son tanto los contenidos como los continentes. Lo importante no es cómo, para qué, ni para quién gobernar. Se trata de repetir insistentemente palabras huecas que no comprometan a nadie ni a nada. Lo único que deben saber los ciudadanos y las ciudadanas es que se encuentran ante el enésimo “momento histórico” para que el “cambio” hacia no se sabe dónde pueda producirse.
¿No era “cambio” que en Andalucía IU impulsara la Ley de Derecho a la Vivienda, que contemplaba la expropiación de las viviendas vacías de los bancos, o la creación de una banca pública? No sé si estas iniciativas provocaban “la sonrisa de un país”, pero desde luego de la banca y el PP no, que corrieron a pedir auxilio al Tribunal Constitucional ante tamaña exhibición de banderas rojas supongo.
El “cambio”, parece ser, debe de consistir en que un general “pacifista y antimilitarista” de la OTAN, sea diputado en nombre de la “nueva política”.
La tozuda realidad es que el sometimiento de IU al universo de Podemos deja sin referencias de la izquierda transformadora a las próximas Cortes Generales, cuando día a día se intensifican las desigualdades sociales y territoriales.
El supuesto Acuerdo “50 puntos para gobernar”, soporte que intenta justificar a la coalición Unidos Podemos, renuncia a atender necesidades básicas de la mayoría social relacionadas con el empleo, las dependencias, los servicios públicos, la derogación del artículo 135 de la Constitución, la precariedad, el derecho a la vivienda... Ese no era el objetivo real de esta coalición.La repetición de las elecciones generales de diciembre pasado es la consecuencia de la estrategia electoralista de Podemos.
Lo prioritario era fagocitar y anular a IU como fuerza de la izquierda transformadora para, a continuación, dar paso al sueño; este sí, “histórico”, del mediático líder (que no dirigente) de Podemos: el sorpasso.
Sorpasso, pero no entendido en los términos políticos originales, importados del PCI, que aspiraba a conquistar la mayoría social a la Democracia Cristiana italiana, inspirada en el concepto de “hegemonía” de Gramsci. Es todo más vulgar y apto para consumo mediático “rosa”, que no conoce de “vergüenzas ajenas”.
Lo importante no es quitar al PP del Gobierno, lo importante es tener un voto más que el PSOE.
Es imprescindible la necesidad de derrotar al PP y sus políticas. Pero eso no será posible hacerlo sin programas concretos de mínimos que hagan converger a todas las fuerzas de la izquierda, sobre el empleo, los derechos laborales y sociales, los servicios públicos, las libertades, la igualdad de género y de oportunidades, cambios radicales legislativos contra la corrupción o medidas de regeneración democrática, entre otras muchas.
Alianzas de fuerzas políticas de la izquierda, de movimientos sociales y vecinales, de los sindicatos de clase. En definitiva, de amplios sectores sociales y políticos que generen movilización como mecanismo imprescindible para lo que debe ser el “cambio real” frente a ilusorios “cambios mediáticos”.
Construyamos en ese camino “un nuevo país”, pero para eso también es necesaria una ruptura. La ruptura con toda iniciativa que pretenda seguir instalada en la “farsa” de la imagen, sobre la centralidad del mundo del trabajo y del conflicto capital-trabajo como sujetos fundamentales de cambio real para la mayoría social.
Gregorio Gordo Pradel es sindicalista y excoordinador general de IU-Madrid
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