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Canción / Fabián

Aforismos de la belleza

El leonés desglosa en El Sol lo que ya es una montaña de pequeños tratados sobre la sensibilidad

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Quizá Fabián Díez Cuesta tenga más aspecto de profesor asociado en el departamento de Filosofía que de nuevo ídolo de la canción pop en castellano. Puede ser, pero al muchacho del chaleco, la perilla y las gafas redondas de pasta se le empieza a acumular, tan joven como aún es, una verdadera montaña de títulos para acomodar con urgencia en nuestra memoria. Esa voz lánguida y repleta de añoranzas no será el camino más evidente hacia el estrellato, pero se ha convertido en una enseña preciosa, la marca de una casa donde la inspiración ha encontrado un acomodo que con cada nuevo álbum parece más definitivo.

El que tocaba revisar el jueves en El Sol es ya el quinto, La fe remota, y la visita habría merecido la pena aunque fuera solo por encontrarse con He quedado con los chicos, canción tan bonita, emotiva y pluscuamperfecta que parece obra de un Ron Sexsmith de filiación berciana. Ese pálpito se acentúa en la medianoche con la no menos soberbia 'Herida y cicatriz', exprimida en la creciente emoción de cada verso junto al asturiano Txetxu Altibe (otro casi anónimo que demanda atención urgente).

Los Chicos del Norte son un respaldo tan valioso porque las exquisitas segundas voces del guitarrista Juan Marigorta y el teclista Alfredo González aportan una consistencia anglosajona a un jefe de filas que supera los principales logros del mejor Javier Álvarez. Hay mucho de ese hombre melancólico, frágil, evocador, pero los argumentos se multiplican en todas las direcciones. Los 200 espectadores corean sin fisuras Mis calles de arena, clásico más cantautoril pero decididamente campestre, mientras que La tempestad, etcétera se eleva como una lejana ranchera de talante libérrimo y poesía abrumadora. Y tan pronto César Pop irrumpe para arrimar el hombro con 'La luz distinta' como nuestro hombre se queda casi solo, acústica y piano, para una Nueva York quintaesencial en su escritura.

Porque así se las gasta Fabián: canciones sencillas de emoción reconcentrada. A lo largo de 105 minutos, solo Sálvalo, de una solemnidad algo impostada y mitinera, yerra el tiro. El profe es mejor, casi perfecto, en el formato de píldora. En el de esas canciones hermosas y rutilantes como aforismos.

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