De la psicodelia de Tony Bravo a la orquesta de San Petersburgo
La semana ofrece desde un concierto de la banda sevillana de indie a música clásica rusa pasando por una obra de tres compañías con 16 actores
Teatro
Luchando por la libertad
Con los tiempos que corren, no es habitual que se estrene una obra de teatro interpretada por 16 actores. Sin embargo, tres compañías, Thealia, iMaja y Rondarte, han decidido unirse para llevar a escena Presas, una propuesta escrita en 2005 por Verónica Fernández e Ignacio del Moral para ser representada por los alumnos de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y que, tras el éxito de crítica y público, dos años más tarde se estrenaba en el Centro Dramático Nacional. Ahora, bajo la dirección de Juanjo Aranguren, llega a la Sala Tarambana (Dolores Armengot, 31). La sobrecogedora historia transcurre a finales de los años cuarenta en una cárcel de mujeres atendida por monjas. Allí malviven perseguidas políticas, ladronas o prostitutas. Un día llega la noticia de que el obispo concederá el indulto a una reclusa. A partir de ese momento se desencadena una batalla campal entre las presas y las monjas, pero lo peor está aún por llegar... — EDUARDO LÓPEZ
Clásica
La noche de la Rusia más apasionada
A veces, si no siempre, la música es el vivo retrato de la historia de un pueblo. Rusia y su turbulenta historia quedaron plasmadas a través de los maestros para la eternidad en obras de un profundo calado, formas grandilocuentes, folclore desmedido y orquestación majestuosa. Esa Rusia, la de las pasiones, llega este miércoles al Auditorio Nacional de la mano de Ibermúsica y la Orquesta de San Petersburgo, dirigida por Temirkanov.
En la primera parte, el Romanticismo más suspirante y melancólico de la mano de la soberbia compositiva de Rachmáninov y su Rapsodia para piano sobre un tema de Paganini, una proeza para teclado y orquesta para la que hay que dejarse el alma en cada pasaje.
Para la segunda parte, la majestuosidad de una de las mentes más complejas que dio Rusia, comprimida en una sinfonía, la Leningrado de Shostakóvich, una auténtica catedral llena de dolor y gloria a partes iguales. Una gran noche para rendirse a la música rusa de las almas expuestas y las pasiones incontrolables. — MIGUEL PÉREZ MARTÍN
Música
Un excéntrico Pony Bravo viene de Sevilla
Pony Bravo es un grupo sevillano que se adelantó a esa tendencia actual de la mezcla muy impura de muchas cosas muy distintas. Eso no tendría por qué ser bueno, pero sí su golosa combinación de todo lo que le pasa por la cabeza, que va del deje andaluz a Can, pasando por Suicide y la rumba.
A tan apetecible mezcla se la podría calificar de indie si no fuera porque actualmente ese parece un concepto despectivo y Pony Bravo no merece que se asuste a la clientela. Así que digamos que fabrica nueva psicodelia pop andaluza, que viene a significar que lo suyo tiene un toque lisérgico desde que nació el grupo, hace ahora una década. Un periodo en el que ha editado tres álbumes, el último, aunque parezca extraño, en el ya lejano 2013.
El jueves actúa en el Teatro Barceló (antiguo Pachá) como parte del festival Sound Isidro, que ese mismo día ha programado otros dos conciertos: Oathbreaker y Trono de Sangre, en la Sala Siroco, y Odio París y Celica XX, en la remozada sala Clamores Jazz. Y el viernes, los británicos Buzzcocks. — IÑIGO LÓPEZ PALACIOS
Danza
Barishnikov recrea a Nijinski
El bailarín y actor letón Mijail Barishnikov (Riga, 1948) hará en solitario del 12 al 15 en los Teatros del Canal la obra de Robert Wilson Letter to a man, que recrea la última etapa de la vida del bailarín Vaslav Nijinski (1889-1950), que discurrió entre las brumas de la locura. El estreno mundial de esta pieza se celebró en el pasado Festival de Dos Mundos de Spoleto, donde cosechó un rotundo éxito. La referencia literaria son los diarios de Nijinski. Wilson, siempre en su estilo fuertemente influenciado por el teatro japonés, el minimalismo y la geometría, usufructúa el poderoso histrión de Barishnikov y proyecta algunos de los dibujos del artista ruso, que acudió a la plástica como escape de su demencia. La asistencia coreográfica del movimiento es de Lucinda Childs, los textos son de Christian Dumais-Lvowski y el vestuario y el impactante maquillaje han sido ideados por Jacques Reynaud. — ROGER SALAS
Cine
Una comedia a lo Cukor
Hay algo de “cazador, cazado” en el último trabajo de José Luis Guerín, La academia de las musas, porque habla de un hombre atraído por las mujeres, que en el caso del cineasta suelen aparecer de forma bella en sus imágenes. “Lo primero que filmé en mi vida fueron las chicas que admiraba. Ruedo siempre desde mi implicación con los personajes. Y me gusta extraer la belleza de las mujeres”, concede el cineasta.
En la pantalla, se pavonea un profesor universitario italiano en Barcelona que indaga en la obra de Dante; detrás de la cámara, hay un cineasta que pronto descubre que lo interesante ocurre en el graderío del aula, donde la mentalidad hasta cierto punto del siglo XIX del profesor en algunas de sus reflexiones más románticas chocan contra las alumnas, almas del siglo XXI. Y Guerín va tras ellas, y tras la relaciones que crecen alrededor del maestro. Por supuesto no son todas iguales: hay luces y sombras, hay amantes igualitarias y mujeres que solo quieren un pigmalión. En ese viaje, el director disfruta, y se ríe: “Juego con lugares comunes como el adulterio. El cine que me satisface es el que me muestra las cosas de siempre con una perspectiva nueva, que te redescubre las cosas. No necesito que me cuenten extravagancias rarísimas, sino que me muestren la cotidianeidad desde un punto de vista inédito. Acepto de buen grado eso de la comedia romántica, pero defiendo que no es el género imperante”. Dice eso porque La academia de las musas —que esta semana vuelve a la cartelera madrileña en el Pequeño Cine Estudio— deviene en cine de George Cukor filmado a través de los ojos de Jonas Mekas, en una pequeña joya de comedia sentimental muy de autor.
Guerín —que ganó el festival de Sevilla con este filme— no entiende la vida de otra forma, y se nota en su trabajo, cuando se le escapan las referencias a Te querré siempre (Viaggio in Italia), de Rossellini, o el goce por rodar: “Algunas películas ya sé que nunca las filmaré. Pero soñar las películas también es bonito: garabateas, viajas, lees. Ser cineasta es una manera de relacionarte con el mundo, y no solo consiste en filmar. Yo soy cineasta siempre, y es una condición que arrastro y arrastraré”. Y el espectador seguirá disfrutándolo. — GREGORIO BELINCHÓN
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