Hamburguesa trofeo

Una de los elementos que definen el comer y beber de los últimos años es el convertir en cosas utilitarias y casi despreciables en motivos de celebración gourmet. Ahí están los gintóncis, algo que bebían las abuelas en los pubs, en vaso, con un hielo y poco o nada de amor. Y miren ahora: se tarda casi tanto en preparar un gintónic como en cocinar un arroz con bogavante. En la misma liga entraron las hamburguesas. Estas semanas, Home Burger celebra su aniversario con la hamburguesa Izakaya, un producto con cola de langostino fresco y que debe reservarse con un día de antelación. Está deliciosa, y para los más jóvenes probablemente es tan lógico como consumir música en mp3 o leer la prensa en formato digital, pero para quienes solo hemos comido hamburguesas cuando nadie miraba o en un vagón de metro volviendo a casa después de dejarnos la paga en cervezas, la idea de que exista una hamburguesa aniversario y que encima se deba reservar con antelación crea cierto estupor, hasta el punto de que dan ganas de golpearse la cabeza con una edición en papel de The Guardian mientras se muerde un vinilo de Public Enemy. Lo peor es que está rica. Y que nada en ella tiene que ver con una hamburguesa. En el fondo, no es tan raro. Home Burger lleva una década manejando este negociado de forma impecable. Haz lo que quieras y llámalo hamburguesa, básicamente. Lo más raro es que, como se ha sabido estos días, La Vaca –antaño La Vaca Argentina- también celebra el ascenso fulminante que ha tenido la hamburguesa entre su oferta de carne. He ido media docena de veces a Argentina y comerse uno de esos productos allí siempre me pareció como comprar un coche sin ruedas. Como en la macroeconomía actual, en gastronomía, ya no importa dónde estés, sino en qué momento estés