“¡En el cole me llaman chino!”
Un centenar de familias adoptantes se dan cita en el centro cultural de China para celebrar la fiesta del Año del Mono
El hijo de Ana llegó desde China hace tres años, cuando ya había cumplido cuatro. Su madre cuenta con una sonrisa aquel día en el que le espetó: “¡Mamá, en el colegio me llaman chino!”. Esta anécdota ilustra que ella y su marido siempre han abordado con naturalidad la curiosidad del pequeño por sus raíces porque desde el principio se interesó tanto por su nueva casa como por el país que lo había visto nacer. Lo cuentan mientras degustan comida tradicional china en el encuentro anual de familias adoptantes, que se celebra con motivo de la llegada del Año del Mono en el centro cultural de China en Madrid.
Esta reunión está promovida por la embajada y organizada por la fundación Akuna y sirve para que los niños mantengan un lazo con su país de origen y para que los propios padres puedan conocerse y mantener el contacto. El próximo domingo tendrá lugar el segundo encuentro. Talleres de escritura, actuaciones musicales, juegos tradicionales, degustación de platos típicos… Todo para trasladar momentáneamente a China a estos madrileños nacidos al otro lado del mundo.
Algunas familias han pasado por momentos críticos. Lola, que charla animadamente con Marcos, otro padre, recuerda la “rabia” que experimentó durante una época su hija al no entender la situación. “Ella me hablaba de su madre de allí, me preguntaba que por qué no había estado en mi tripa, me llegó a pedir que le quitara esa cara... Hasta que un día lo aceptó y dijo: ‘Mis padres son los que están aquí”. Manuel, cuyo hijo Juan se pasea feliz con una inscripción en chino que acaban de regalarle, afirma sin duda: “El principal problema de estos niños es el desarraigo”.
En 1995 hubo una adopción en Madrid proveniente de China, la primera, el año pasado fueron 26. El pico se alcanzó en 2004, con 474, según datos de la Comunidad de Madrid, y desde entonces la cifra ha descendido drásticamente. Alba llegó a España con año y medio y ya ha cumplido 16. Blanca, la adoptó como madre soltera. Alba no habla chino, aunque reconoce que lo intentó, y escucha con timidez hablar a su progenitora. “Yo sigo manteniendo el contacto con muchos de los padres que adoptaron el mismo año que yo, se han convertido en amigos”. Desde aquel viaje no ha vuelto al país de origen con la ya adolescente, pero se plantea hacerlo ahora, para que ella sepa más de su procedencia.
Existe un programa internacional impulsado por el Gobierno chino para que las familias adoptantes puedan regresar a aquel país durante unos días en caso de que el hijo desee conocer más sobre sus raíces. Charo de Frutos, psicóloga de Akuna, participó junto a las familias en la primera edición de este campus que se celebró el año pasado: “Hay algunos que solo desean conocer el pueblo o ciudad del que provienen, otros van más allá y quieren visitar el orfanato del que salieron”. De Frutos recuerda que la ley reconoce el derecho de los adoptados a conocer sus orígenes biológicos. Lucila Romarate, presidenta de la fundación asegura que se estudia “caso por caso” y se “prepara a los padres antes del viaje”. Antes de eso, China también se acerca un poco a Madrid en estos encuentros.
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