Revolución en el geriátrico

Pastillas de colores, sesión de rehabilitación, paseo y a dormir. Con estas cuatro acciones se puede resumir lo que pasa en el aséptico geriátrico en el que se desarrolla la obra El grito en el cielo. La propuesta (a partir del 13 de enero en el Teatro Español) retrata la vida cotidiana de cuatro ancianos ingresados en una residencia de mayores y que intentan escapar de allí. “Eso nos da pie para poner en pie todo un mundo de símbolos”, relata Paco de la Zaranda, director de la propuesta y de la compañía La Zaranda, con más de cuatro décadas de experiencia y un Premio Nacional de Teatro (en 2010) bajo el brazo. “Ese geriátrico puede ser el mundo, tu casa o tu puesto de trabajo. Y esos personajes, más allá de que sean buenos o malos, son los que habitan en el imaginario de los que lo presencian”, añade el director. “Todo ocurre en la conciencia del espectador; nuestro objetivo es acercarnos a su alma y hacer que se emocione y que piense”, continúa.

El origen de El grito en el cielo se encuentra en Venecia. En 2014, la compañía fue invitada a la Bienal para realizar una residencia artística. “Fue fascinante”, resume De la Zaranda, que también interpreta a un personaje en escena, “y ahí germinó esta historia”. El autor del texto, Eusebio Calonge, considera que en la poética teatral las preguntas que no tienen respuesta —“el amor, la vida o la muerte”— son un buen punto de partida: “Hablar del mundo como un geriátrico es hablar de dónde nos va a terminar llevando la vida. Preguntarse sobre ello es la mejor manera de tantear la oscuridad”.

La muerte con sorna

Tras la experiencia italiana, la obra se hizo realidad y se estrenó en el festival de teatro Temporada Alta de Girona. “Y ahora llega a la capital, que ya hacía falta”, bromea Celia Bermejo, actriz que interpreta a una de las ancianas que vive en el geriátrico. “El espectáculo empieza muy potente,provocando muchas risas. Luego, a medida que avanza, el público ya se ríe menos. Al final, la obra trata sobre el paso del tiempo, la vejez y lo que pasa después. Se acerca a la muerte con sorna, sarcasmo y algunas partes muy ácidas”, añade la interprete. Para ella trabajar con La Zaranda ha sido un reto y una experiencia muy enriquecedora: “Es una manera diferente de trabajar. No empiezas a ensayar con texto sino con una idea argumental que vamos tejiendo entre todos”.

Al texto y a los actores acompaña una escenografía minimalista, que consiste en cuatro jaulas, unas toallas y algunas telas; un gran trabajo de iluminación y una selección musical que va desde Tannhäuser de Wagner a los sonidos cubanos. Además, en el trabajo aparecen guiños lorquianos muy del gusto de la compañía. “Nuestro objetivo no es contra una historia sino crear un mundo de imágenes, símbolos y metáforas; un mundo poético que cada espectador puede a interpretar a su manera”, incide el director Paco de la Zaranda. “Pensamos que cada función es genuina e irrepetible y en todas ellas se debe producir el milagro del teatro: ese misterio que hace que el público y los personajes conecten”.