Metidos en el bolsillo
El amor, la empatía y la sinceridad siguen sirviéndole al madrileño, pero su estirón musical sigue aún pendiente
Hay que gozar de mucho predicamento entre la parroquia para trastabillarse en el segundo verso de un concierto (Te quiero) y que la Galileo Galilei en pleno, abarrotada como en las mejores ocasiones, arrope al oficiante con una de las mayores ovaciones de la noche. Es fascinante el carisma y la complicidad que a lo largo de los años (boca a boca, verso a verso) se ha ido labrando Marwan, un cantautor cuyo encanto personal maquilla un discurso musical muy, muy recurrente. Pero el madrileño de sangre palestina es empático y generoso, sin duda. Entrega dos horas largas incluso en formato reducido, con Alejandro Martínez en los teclados y el violinista Marino Sainz como aliados hábiles y discretos, y multiplica las risas o los suspiros con monólogos que a menudo superan las propias canciones. Los tiene a todos, y no digamos a todas, metidos en el bolsillo.
Fascina la química que ha sido capaz de desarrollar, desde los escenarios más humildes, este poeta hábil (el recitado de Compañeras fue este lunes uno de los momentos más emocionantes) y cantor de emociones en las que es fácil sentirse reconocido. Sobre todo porque su cancionero de amor abarca todas las alternativas posibles: el éxtasis (Desde que duermes junto a mí), el descalabro (Sueños sencillos con mujeres complicadas) o la duda razonable (Animales). Sumemos un ingenioso homenaje a la capital (Puede ser que la conozcas), los agujeros del alma en Cosas pendientes o las valientes declaraciones de principios (Hablemos de mí), y reuniremos un argumentario interesante.
El problema es todo lo demás. Marwan defiende con voz poderosa una música plana, débil, sin resquicios para la audacia, giros imprevistos ni posibilidad de sentir algo parecido a la sorpresa. Escuchamos veinte canciones y resulta difícil enamorarse de alguna en concreto, escoger un ojito derecho, arquear la ceja a modo de eureka. Son uniformes hasta los tempos de las canciones, igual que son calcados los desarrollos, salvo, paradójicamente, el exuberante pasaje rapeado en Necesito un país. Marwan cerrará gira en mayo con cuatro noches consecutivas en la Joy Eslava, un logro fabuloso. Pero urge un estirón sonoro para que sus veladas no sean solo gratas y bienintencionadas, sino también estimulantes.
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