El Rey auspicia el cambio
En la estación del Nord había alegría, pero no el festival del amor que esperaba el cronista
El escudo de la Casa Real corona la entrada a la antigua estación de tren de la Estación del Nord de Barcelona. Gigante y macizo, nadie se fija en él porque en el interior, en lo que es hoy un pabellón deportivo, se cuece un cambio. Se conservan dos mosaicos que dicen “Paso a los andenes”. Dentro está todo preparado para que arranque un tren político. Cientos de personas siguen los resultados ante una pantalla gigante. Hay alegría, pero tampoco es el festival del amor que me esperaba. El recuento mantiene a Podemos en tercera posición, quizá más de uno se habría creído la remontada hasta los 80 diputados. De todas formas, el tren que sale de la estación del Nord no es un borreguero; es un AVE y lleva el nombre de Ada Colau.
José Luis de Vicente, profesional del sector cultural y miembro de Podemos Barcelona, confirma que en España esperaban un cuerpo a cuerpo con el PSOE, lo que no quita que el triunfo en Cataluña le sienta como agua de mayo. “Siempre habíamos estado en el bando de los perdedores”, dice un veterano del PSUC. El triunfo es sobre todo del colauismo, aunque la vieja guardia de ICV también se pasea entre los asistentes. Su participación en la campaña ha sido meritoria: mientras la nueva política protagonizaba grandes mítines, Dolors Camats, Joan Herrera y compañía visitaban centros cívicos. La asistencia es la de los más fieles. A diferencia de los actos de campaña, el estilo es más concreto: mucha lana de colores, bolsas de librerías extranjeras, progresismo de Gràcia, mujeres con el pelo corto, hombres con el perfil de bolchevique de Doctor Zhivago.
La mitad de la estación se ha reservado para la noche electoral. El resto se mantiene aislado mediante redes y lonas azules. El barullo en el interior contrasta con la calma y el punto sórdido que tiene la terminal de autobuses. De vez en cuando aparecen pasajeros con maletas que, más que curiosidad, muestran contradicción por haberse equivocado de entrada. Más mortuorio es el ambiente en la sede de Unió, a 100 metros de la estación. No hay militancia, solo periodistas en la sala de prensa. Lo más alegre en Unió es el pesebre navideño que da a la calle.
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