La desnudez sincera

Una de las canciones más hermosas que ha escrito nunca Sam Bean, y que anoche sonó justo al cumplir una hora de concierto en el Teatro Barceló, lleva por título 'Naked as we came' ('Desnudos como vinimos') y sirve seguramente como recapitulación y quintaesencia del ideario de su firmante. El único miembro de Iron and Wine llevaba 12 años sin pisar los escenarios madrileños y quiso reencontrarse con ellos desde la desnudez más sincera, con el arsenal reducido a un par de guitarras, su voz exquisita y una copa de vino tinto que apenas paladeó. Nos habría encantado disfrutarle con y sin ropajes, pero el armazón es tan sólido que la noche, aun en su austeridad, transcurrió en un absorto suspiro.

La cita en el abarrotado Barceló no fue exactamente un recital al uso, sino lo que su oficiante definió como "concierto bufet", un cara a cara cómplice y sin guion remotamente pactado. "¿Qué canción queréis?", preguntó de entrada Bean (luenga barba indómita, melena revirada como por un golpe de viento) con su castellano ínfimo. Le pidieron Half moon y accedió. Y Each coming night, Boy with a coin, Belated promised ring, Passing afternoon y una docena larga más. El trovador de la voz tierna pero generosa en resonancias solo aportó por cuenta propia Lovers revolution, acaso por demostrar que también corre el blues y el spoken word por sus venas folkies, y una bellísima pieza inédita de estructura más elaborada de lo que en él es habitual.

El de Carolina del Sur es, en efecto, hombre de progresiones armónicas clásicas y estribillos casi inexistentes que lo fía todo a su timbre precioso y el encanto instantáneo de muchas estrofas. Con Tree by the river le habrían fichado The Beatles para el sello Apple y Rabbit will run serviría para convencer a Nick Drake para un álbum a dúo. Solo así puede afrontarse un final como el de Have I found you flightless bird completamente a capela. Desnudez en pelota picada.