Con la mercancía a cuestas
Una treintena de manteros campa libremente por Centro con bolsos, camisetas de equipos de fútbol y zapatillas ante la persecución constante y poco eficaz de la policía
La imagen se repite todos los días y a todas horas en el centro de la capital. Una treintena de manteros van cargados con amplios fardos a la espalda. Recorren la Puerta del Sol y las calles aledañas en grupos, mientras intentan esquivar el control de la policía y vender con cierta tranquilidad su mercancía falsificada. La policía, en especial la municipal, está tras ellos pero de poco sirve en muchas ocasiones su patrullaje.
Los manteros proceden en su mayor parte del centro de África. Hace años llevaban copias piratas de las películas y de los discos compactos que acababan de salir al mercado. La existencia de plataformas de descarga en Internet ha hecho decaer este negocio y se han pasado a otros que les resultan más lucrativos. Ahora es fácil verles con bolsos de primeras marcas, gafas de sol, zapatillas deportivas de conocidas empresas y camisetas de los equipos de fútbol punteros. Todo ello, falsificado, por supuesto.
“¿Cuánto cuesta esa camiseta del Real Madrid?”, pregunta un inocente comprador. El mantero, de estatura baja y muy delgado, no lo duda: “¿Cuál es tu talla?”. Sin casi mirarle, ya la está buscando para dársela. El cliente insiste en saber el precio. El vendedor le responde que 25 euros. Ante la cara de sorpresa, lo cambia en medio segundo: “Para ti, 20”. Cuando el hombre se da la vuelta, la cuantía baja a los 15 euros. No ha pasado ni un minuto. Justo enfrente, a unos 50 metros, en la tienda oficial del club blanco, esa misma camiseta oficial con todos los logotipos y marcas, llega a los 110 euros. En el caso de la del Barça, ronda los 90 euros. Diferencias palpables entre auténticas y pirateadas.
Un par de zapatillas de una conocida marca cuesta unos 20 o 25 euros, según lo que sea capaz de regatear el cliente. Estos no dudan en probarse las prendas delante de todo el mundo que pasa, mientras el mantero no pierde de vista la posible llegada de la policía. “Cuando saque dinero, vengo a por otra”, le dice un chaval que se acaba de comprar una camiseta. “Fíjate que sea yo y te hago un buen precio”, le dice el vendedor pirata mientras recoge el fardo.
La forma de actuar del grupo siempre es idéntica. Se paran en una zona peatonal concurrida, como la propia Puerta del Sol o la plaza Mayor, y en los accesos a estas. Mientras unos despliegan sus enormes fardos, otros se dedican a vigilar. Se encargan de dar el agua (alertar) al resto de manteros de la llegada de la policía. Los propios vendedores también parecen auténticos periscopios humanos. No dejan de mirar a lo lejos y de controlar cualquier movimiento extraño.
Su experiencia es tal que ya no se retiran solo ante la presencia de los agentes uniformados. Conocen de sobra a los policías que van de paisano y, en cuanto les ven girar la esquina, tiran de las cuerdas de la enorme sábana que llevan y se ponen el petate al hombro. Así, evitan ser detenidos o que se les incaute la mercancía. A partir de ahí, la escena parece un auténtico pastoreo. Los agentes les siguen a distancia y los manteros se escabullen por las calles sin parar de mirar a sus espaldas. El recorrido puede durar minutos o llevar un largo rato, en función de lo que corran los manteros. Los agentes, en verdad, tampoco pasan inadvertidos. A la radio colocada en un bolsillo, se les unen una defensa extensible y un bulto bajo la sudadera (la pistola).
Robo al despiste
El que se conozcan manteros y policías no evita que se produzcan escenas como la de hace dos semanas, cuando los vendedores se despistaron y dos agentes de paisano se acercaron entre otras personas y arrebataron la manta a uno de ellos ante la estampida del resto. Parte de las camisetas quedaron tendidas por el suelo. Los manteros intentaron recuperarlas mientras algunos viandantes se las daban a la policía. Se montó un corrillo alrededor de espectadores. Unos miraban impasibles, mientras otros negaban con la cabeza o reprochaban la acción de la policía. El más alto de los vendedores se acercó al policía y le pidió que le diera la mercancía. Como el resto también empezaba a revolverse, el agente sacó la defensa extensible y le dijo que si quería acompañarlo a comisaría. En ese instante, otro mantero se acercó por la espalda y arrebató a los agentes parte de la mercancía, tras lo cual salió a la carrera con una pronunciada sonrisa en la cara. Los dos policías cogieron la manta y la llevaron hasta la unidad de Centro, en la calle de la Montera.
Fuentes de la Concejalía de Salud, Seguridad y Emergencias aseguran que hay “un servicio ordinario constante” para luchar contra los manteros en el centro de la capital. Afirman que el dispositivo es “continuo y está planificado” para actuar todos los días. Aparte, está previsto aumentarlo con vistas a la campaña de Navidad. “Lo que hacen los agentes es decomisar la mercancía y denunciar a los poseedores de la mercancía”, aseguran fuentes municipales. El efecto para el viandante, desde luego, parece distinto, ya que todos los días los manteros están por el centro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.