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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Falta un trozo

Si Junts pel Sí y la CUP hubiesen obtenido un porcentaje de votos del 55%, hasta Obama votaba la declaración del Parlament del lunes. Pero no ha sido así

Jordi Gracia

Yo no sé si todo el mundo lo sabía, pero puedo asegurar que mi bendita inocencia no me deja imaginar la prepotencia y la impunidad de un clan de poder como el de los hermanos Pujol, cargando millones a toda prisa de unas cuentas a las otras, sacándolos de Andorra, según parece decir la comisión rogatoria que explica okDiario. Tampoco me imaginaba que los comportamientos mafiosos que no recrean ni en The Wire —porque plebeyizarían la serie— formaban parte de la natural connivencia entre Generalitat y empresariado.

Mi roma fantasía no da para imaginar pactando con detalles y calculadoras al actual tesorero (y al anterior tesorero de Convergència) el monto preciso de la cantidad oportuna que debía desviarse para el partido, cómo repartirla, de qué manera disfrazarla de donación o de entrega a cuenta. Me imagino la cara de los concursantes perdedores o descartados, me imagino la cara de quienes saben o sabían que esto formaba parte de la rutina de contrataciones con la Generalitat, me imagino la cara de quienes no concursaron nunca porque sabían que perderían o que era inútil concursar sin saber a qué se concursaba. Bueno, no es verdad: no la imagino porque ni sé ni puedo.

Pero además empiezan a caer filtraciones insólitas de periodistas que cuentan cenas privadas o consellers de la Generalitat que declaran en público unas cosas y dicen otras en privado. Por supuesto que es política, pero la cadencia de filtraciones en sí misma es un síntoma del desajuste que no deja de resultar llamativo.

Quizá a unos cuantos votantes de Junts pel Sí les puede estar pasando lo mismo ante algunas de las cosas que pasan, filtradas o sin filtrar, y de golpe han flipado —uno de ellos me lo ha dicho en voz baja— porque votaron esa candidatura para cabrear a España, para cabrear al PP y a Rajoy en cabeza, para chulear un poco con una mayoría potente que les bajara los humos de tantas leyes intangibles e inamovibles.

La vitalidad de Carme Forcadell se ha expresado ya con una propuesta de resolución cuyos términos no acaban de localizarse en el programa de Junts pel Sí

Algunos espíritus delicados que votaron por Catalunya Sí que es Pot se habrán vuelto a acostar desde primera hora de la mañana con un síndrome de depresión postraumática, al saber que varios de sus diputados, empezando por Lluís Rabell, han pensado que Carme Forcadell es un ejemplo de ecuanimidad política y de ponderación institucional, sin rastro alguno de indeseable sectarismo ideológico ni propagandístico, y modélica moderadora de un Parlamento en el que los dos partidos que componen la coalición electoral vencedora han retrocedido con respecto a convocatorias anteriores.

La legislatura ha empezado con un brío inusitado aunque lamento que no hayamos podido disfrutar del sueño democrático de mandar a la cincuentena o sesentena de diputados de los grupos no indepedentistas a las golfas del Parlament, a las bancadas del gallinero, para que se note que existen pero sólo de forma superflua, sobrante, descentrados y fuera de foco. Por fortuna, la vitalidad de Carme Forcadell se ha expresado ya con una propuesta de resolución cuyos términos no acaban de localizarse en el programa de Junts pel Sí. Pero deben de estar, o alguien los encontrará, porque todo es ahora más que líquido, de plastelina, o mucilaginoso, y quien dice república lo dice metafóricamente y quien dice desobedecer las leyes quiere decir desconexión ma non troppo, y quien defiende hacer las cosas bien empieza por desinstalar el sistema operativo del aparato.

Se habrá movido más de una silla tras la propuesta “garibaldina, contundente, esquemática y redactada con prisas por dos estudiantes de COU entre asamblea y asamblea” (lo ha escrito con esta gracia Enric Juliana), como se han movido las sillas de Mas-Collell, Santi Vila o Irene Rigau.

Quizá también ellos han recibido alguna filtración secreta y también saben que las elecciones del 27-S no autorizan ni ética ni jurídica ni políticamente al independentismo a emprender la ruptura. Si Junts pel Sí y la CUP, juntos o por separado, hubiesen obtenido un porcentaje de votos del 55%, yo creo que hasta Barck Obama votaba la declaración del Parlament del lunes que viene. Ante la evidencia de esa mayoría en favor de la independencia, Rajoy y el mismísimo sumsum corda recibirían la oportuna llamada para encontrar la salida jurídica y legal a los hechos consumados. Pero a día de hoy falta todavía un trozo del hecho.

Jordi Gracia es profesor y ensayista

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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