El humanismo de Alvar Aalto
Caixaforum Madrid dedica una exposición antológica al mítico arquitecto finlandés
Concibió sus edificios y su mobiliario buscando la belleza y la conexión con la Naturaleza, pero sobre todo, pensando en hacer más confortable la vida de las personas. El concepto humano y social de la obra de Alvar Aalto (Kuortane, 1898-Helsinki, 1976) ha logrado que sus edificios y diseños sigan hoy tan vivos como cuando él los concibió. Iglesias, hospitales, guarderías, bibliotecas o sencillas viviendas mantienen intacta su belleza y su confort. Lo mismo sucede con sus taburetes de tres patas, las tumbonas de madera laminada, sus lámparas o su archiconocido jarrón Savoy que se siguen comercializando para todo el mundo en la factoría Artek de Helsinki, fundada junto a su esposa Aino Marsio. Considerado como uno de los arquitectos más importantes e influyentes del siglo XX y prolífico como pocos (firmó más de 500 proyectos arquitectónicos), sus grandes hitos se pueden recorrer en la exposición que mañana se inaugura en Caixaforum Madrid bajo el título de Alvar Aalto. Arquitectura orgánica. Arte y Diseño.
Organizada por el Vitra Design Museum (Weil am Rhein, Alemania) y el Museo Alvar Aalto (Jyväskylä, Finlandia) con la colaboración de la Obra Social ”la Caixa”, la exposición está comisariada por Jochen Eisenbrand, conservador jefe del Vitra Design Museum. A través de 350 piezas (maquetas históricas, dibujos originales, muebles, lámparas y objetos de cristal) se recorre su vida y su obra. Eisenbrand, consciente de las muchas exposiciones que se le han dedicado a Aalto en todo el mundo, ha querido poner su obra en comparación con la de otros artistas vinculados a él. Entre los más conocidos se encuentran Alexander Calder, Jean Arp y Joan Miró, a quien no conoció, pero se sabe que mantuvieron relación.
La exposición, que ocupa la segunda planta del edificio, no sigue un orden cronológico estricto. Las obras se agrupan por temas, aunque algunos de sus edificios más famosos extienden su presencia por todas las salas: la iglesia de Muurame, la Cooperativa agrícola de Turku, el sanatorio para tuberculosos de Paimio, Villa Mairea, la iglesia Vuoksenniska, el edificio de oficinas Rautatalo, la Biblioteca de Viipuri (suelo ruso desde la II Guerra Mundial), el Ayuntamiento de Säynätsalo, la Institución Nacional de Pensiones, el Pabellón finlandés par la Exposción Universal de Nueva York de 1939, el edificio de viviendas del berlinés barrio de la Hansa o el Palacio de Conciertos de Finlandia.
Lo que todos estos edificios tienen en común es el haber sido proyectados pensando en la relación entre el ser humano, la luz y el espacio. Jochen Eisenbrand precisa que las raíces creativas de Aalto proceden del Renacimiento italiano, la expresión más sublime del arte para el arquitecto finlandés. Esa admiración surgió en 1924, durante un viaje que el matrimonio Aalto realizó a Italia.
Además de en Italia, Aalto fijó su mirada en el arte de Occidente, como se puede ver en las iglesias que construyó en los años veinte y treinta del siglo XX, después de la liberación de la tutela rusa y de la fundación de Finlandia como una nación independiente en 1917; un momento histórico que explica su búsqueda de la identidad nacional. Hombre de su tiempo, no quiso resistirse a la influencia de la fotografía y del cine, incluso diseñó una sala de proyecciones aunque no se llegó a construir. El comisario recuerda que en uno de sus numerosos escritos el artista se preguntaba sobre cual debía de ser la escala de valores del hombre moderno y aseguraba que era difícil saberlo porque la retina estaba asediada desde la mañana hasta la noche por un constante bombardeo de imágenes procedentes de la fotografía, la publicidad urbana, los periódicos y el cine.
El diseño de mobiliario, que compartió con su esposa,Aino Marsio, surge, vinculado a los edificios, de esa búsqueda por encontrar lo mejor para la vida del hombre. En 1935, con el objetivo de producir y promover sus propios diseños de mobiliario, fundó Artek, una empresa de mobiliario internacional, donde surgieron sus famosas lámparas de luces siempre indirectas, las banquetas de tres patas o las butacas laminadas de diferentes posiciones. Rápidamente surgieron encargos de Italia, Suiza, Francia, Alemania y Estados Unidos. Pero lo más importante para él fue que la fábrica se transformó en una galería de arte que le sirvió para relacionarse con artistas de todo el mundo. “Aalto -explica el comisario- concebía y diseñaba proyectos pensando en las personas como elemento central, lo cual, para él, implicaba que había que tener en cuenta nuestra forma de percibir el entorno. En sus proyectos, la vista y el oído, sutilmente orientados mediante la coreografía de espacios y luces,desempeñaban un papel importante, pero también era relevante el tacto de los materiales y las «superficies de uso». Para sus habitantes o usuarios, las construcciones de Aalto se convertían, así, en una especie de segunda naturaleza.”
Visitó España en dos ocasiones a lo largo de 1951. A comienzos de año, impartió dos conferencias en Barcelona y quedó impresionado por la obra de Gaudí. Llegó a Madrid, pero declinó visitar el Monasterio de El Escorial porque temía que su influencia fuera devastadora. En noviembre de ese mismo año, volvió a España y visitó varias ciudades. Lo que más le impresionó fue la Alhambra de Granada. El arquitecto Fenández Alba le describió como un campesino nórdico típico, que se explicaba en un trabucado francés ayudándose de gestos. José Antonio Coderch dijo de él que era la negación de la pedantería y el dogmatismo, un canto al profundo conocimiento humano, la decencia y el sentido común.
Alvar Aalto. arquitectura orgánica. Arte y diseño, del 1 de octubre al 8 de enero. Caixaforum. Paseo del Prado, 36.
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