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POP Rick Astley
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un divertimento inconfesable

El artífice de ‘Never Gonna Give You Up’ resucita porque es el primero en no tomarse demasiado en serio

 Rick Astley durante el concierto en Oviedo en el que inició su gira española.
Rick Astley durante el concierto en Oviedo en el que inició su gira española.Alberto Morante (EFE)

Adiós a la ingenuidad: el ser humano está condenado a repetir sus errores. Los años ochenta alumbraron a REM o los Smiths, pero los conciertos de Rick Astley comienzan con la sintonía de El Equipo A. Tampoco nos pongamos tremebundos: mientras ningún vecino nos reconociera entre el público, la pintoresca visita del jueves en La Riviera (más de 1.000 espectadores) servía como ejercicio inconfesable de revival y recordatorio de un cancionero que quizá no escuchásemos desde alguna infausta Nochevieja. De no ser por el enjambre de móviles y los evidentes estragos de la edad entre la concurrencia, el viaje a 1987 habría resultado perfecto: Astley, trajeadito y con flequillo de Tintín, presenta a sus 49 años un aspecto tan jovial que parece… un imitador de Rick Astley.

El divertimento resulta una opción legítima porque el británico es el primero en no tomarse demasiado en serio. El antaño rey discotequero atesora la sorna suficiente como preguntarle al público si aguantará “a un hombre de mediana edad haciendo que tiene 21 años” o escandalizarse cómicamente ante un descubrimiento en las primeras filas (“¿Qué haces con una camiseta de Joy Division en un concierto de Rick Astley?”). Pero detrás hay un trabajo honesto, 125 minutos de sudor sobre las tablas y predisposición a la travesura. Ese Astley que, sentado a la batería, perpetra una versión de Highway to Hell no es un hombre, sino un meme: “Estoy de coña. Y lo sabes”.

Las abundantes recreaciones de éxitos más recientes, de Get Lucky a Happy o Uptown Funk, acercan el concierto a la verbena, pero Rick también atesora alguna joya soul (Lights Out) de cuando ya no le escuchaba nadie. Todo fue un pasatiempo liviano con guiños de animador, como ese “¡España!” coreado al final de When I Fall In Love como si lo profiriera Sergio Ramos. Pero no, no había vecinos en la costa.

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