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PATÉ DE CAMPAÑA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los efectos de la crisis

Las cabeceras de las listas electorales han sufrido las consecuencias de la crisis

Otro efecto de la crisis es que se ha revalorizado el voto del pobre, y por eso esta vez la batalla electoral se dirime en la periferia de Barcelona. A la nada en política se la llama abstención, y ahora los partidos se desviven por sacar de la nada en un tiempo récord al mogollón de electores no practicantes que lleva décadas de abandono, marginación y traición, palabra, esta última, que Albert Rivera pronuncia en todos sus actos de campaña. Cuando el líder de Ciutadans dice, como ha vuelto a hacer este lunes en Gavà, que “la gente vota naranja porque se siente traicionada” y no precisa a qué tipo de traición se refiere (aunque señale explícitamente a los socialistas como actores de tal deslealtad) se entiende que está poniendo la identidad por encima de la clase. El domingo, C’s estuvo en L’Hospitalet, este lunes en Gavà y Santa Coloma, el martes irá a Granollers..., es la ruta de las ruinas del socialismo metropolitano. La buena nueva que Rivera trae a los gentiles del extrarradio no les interpela en su condición de mano de obra, de fuerza de trabajo (quizá porque ya no lo son, aunque sea lo único que han sido durante toda su vida), sino en términos nacionales, pues otro efecto de la crisis es que a la nada se le han puesto banderas para que no parezca lo que es: un pozo siniestro de descampados y de olvido, desde cuyo oscuro fondo la vida de los otros se escucha como el ruido de un mundo paralelo. La nada.

En Gavà, Albert Rivera ha paseado media hora por una calle peatonal seguido de los cuatro concejales que tiene en el municipio (son segunda fuerza), y en eso ha consistido el acto de esta mañana. Sólo es posible referirse aquí a Rivera ya que la cabeza de lista, Inés Arrimadas, no ha venido. Otro de los efectos de esta crisis ha sido la devaluación de los cabezas de lista. El grupo avanzaba, la prensa los seguía y la gente de por allí miraba. Lo cierto es que durante el recorrido pararon pocas veces a Albert Rivera para saludarle. Fue en el tramo final, en la calle de los Màrtirs del Setge de 1714, donde más éxito tuvo y más selfies se hizo con él la concurrencia. Rivera marchaba hablando con sus concejales, y apenas atendía a lo que ocurría a su alrededor. Así pasó de largo ante el monumento, aún con flores, a los caídos en 1714, ante las transparentes puertas de los comercios y ante el mercado municipal. Únicamente hicieron un alto para enseñarle la pintoresca estatua de una mujer con una cesta de espárragos. Un matrimonio gordo y jubilado comentó al verle pasar: “¡Mira! ¡El catalán!”. “Ah, sí, ¡el de Podemos!”. El mogollón de la nada al que ahora vienen a pedirle explicaciones.

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