Tàrrega se despide entre la risa y el duelo
La 35ª edición de la feria teatral logra llenar el 85% del aforo de sus salas
Si alguien dice aún que el claqué está pasado de moda, seguramente no acudió el domingo a la clausura de la 35ª edición de la Fira del Teatre de Tàrrega. La coreógrafa norteamericana Michel Dorrance demostró que es posible quitarle la caspa al tap dance, generalmente asociado a señores con frac en blanco y negro, fusionándolo con breakdance y danza experimental; su espectáculo ETM: The initial approach puso en pie al público de su estreno en el Col·legi Sant Josep, que se dejó la voz pidiendo un bis, y ayudó a redondear la buena temporada ferial hecha por las salas de Tàrrega. Con 13.000 localidades ocupadas, la Fira ha llenado el 85% de aforo de su programación, superando en un 5% las cifras ocupación respecto al año pasado. Estos datos no observan la progresión de los espectáculos de calle, marca de la casa del festival, aunque un paseo por las plazas y calles abarrotadas de la ciudad era suficiente para confirmar que el ADN de Tàrrega se mantiene intacto. Nada le quita el protagonismo a los malabares y las acrobacias de siempre.
ETM: The initial approach era una de los 30 estrenos presentados este año en Tàrrega, el 54% de una programación que incluía a 54 compañías y en la que se apostó por las artes visuales y las compañías pequeñas. Éstas, más dadas a experimentar con los formatos y salir de la zona de confort, fueron de las más aplaudidas del certamen. Es el caso del Wasted de Íntims Productions, que agotó entradas con su escenografía capaz de incluir al público en el estruendo de una macrodiscoteca de polígono industrial de Lleida. O de A House Is Not a Home, de la compañía barcelonesa Ignífuga, que planteaba una adaptación al aire libre del Interior de Maurice Maeterlinck. En esta última, una mujer y un hombre observan desde un coche el interior de una casa, donde se encuentra la familia a la que han de comunicar la muerte de uno de los suyos; los espectadores podían escuchar su conversación, en la que anticipaban el drama que se desarrollaría en la estancia, mediante auriculares inalámbricos.
De hecho, la cuestión del duelo y el trauma por la pérdida de seres queridos floreció aquí y allá a lo largo de la Fira. Ya el primerísimo espectáculo, Cuando todos pensaban que habíamos desparecido, abordaba la cuestión mediante una conversación alrededor de una mesa preparada para el Día de los Muertos, festividad mexicana en la que se celebra a (y se cocina para) los que no están. La coproducción de Vaca23 y TeatroDeCerca fue la comidilla del festival durante sus cuatro días de duración, y convenció al público de Tàrrega con sus platos cocinados a fuego lento y en directo, sus alusiones a los fusilados y desaparecidos de todas las guerras —en Ayotzinapa, Srebrenica, Granada o Macondo—, y las sentidas evocaciones de los actores a sus muertos. También el público infantil pudo subir a compartir sus experiencias dolorosas en espectáculos participativos como el de Carla Rovira, Most of all, you’ve got to hide it from the chicks. Porque no todo es reír, ni siquiera en la fiesta del circo y el teatro.
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