Un éxito descontado
Rajoy enfoca la campaña catalana como el inicio de la de las elecciones generales
Artur Mas lamentó ayer que la reacción dominante en los partidos y medios de comunicación de Madrid a la gran manifestación del viernes en Barcelona haya sido el desdén, cuando no el desprecio. A juzgar por sus palabras, esperaba otra cosa. Altura de miras, dijo. Si así es, no deja de ser una ingenuidad. Es ilusorio pensar que el Partido Popular, el Gobierno y los medios afines iban a limitarse a tomar nota de la existencia de un potente movimiento independentista en una parte del país, así, asépticamente, como si se tratara del caso quebequés o el escocés. ¿Creía que iban a aplaudirle?
Lo que ocurre es, naturalmente, otra cosa. Con la manifestación de la Diada está pasando algo muy parecido a lo que ocurrió en julio con la pitada al himno español en la final de la Copa del Rey. Como no era una novedad, sino una repetición de lo acaecido en anteriores finales con público catalán y vasco, los medios conservadores, lanzados a defender al himno y al Rey, iniciaron ya semanas antes una dura campaña de descalificación preventiva de quienes osaran afrentarlos. Y cuando el gran abucheo se consumó, llenaron las ondas y los papeles de improperios contra ellos. Con ello evitaron que ocurriera como en 2012, cuando la gran pitada fue acertadamente interpretada como una expresión de malestar por los diversos escándalos políticos: la corrupción en el PP y en Bankia, las cacerías del Rey, los gastos del presidente del Tribunal Supremo, etcétera.
En este 2015 es diferente: las expresiones de desafecto al régimen político o las expansiones del independentismo catalán estaban ya previstas, se daban por descontadas. Al día siguiente de la gran manifestación independentista, en la capital del Estado que siente la amenaza de una pérdida territorial se oyen voces y se publican artículos dedicados, no a analizarla, sino a combatirla.
Esta es, sin embargo, sólo una parte de la resaca de este Onze de Setembre convertido en arranque de campaña electoral. No todo lo oído o escrito como reacción es pura descalificación. A la hora de preguntarse cómo es posible que se haya llegado a este punto, ayer crecía y crecía la idea de que, en realidad, el PP de Mariano Rajoy enfoca esta campaña catalana como un buen principio de la suya, la de las elecciones generales de diciembre, a las que quiere presentarse no como lo que es: el presidente bajo cuyo mandato creció como nunca el independentismo catalán, sino como aquel que lo lo rechaza y lo combate. Y si cuela, cuela.
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