El arquitecto José María Herrera muestra su nueva obra pictórica

Especializado en la restauración y habilitación de edificios singulares, José María Herrera, es el artífice de que en una de las paredes del Museo de l´Almoina figure el mural del reciente premio nacional de artes plásticas, Jordi Teixidor. Y de que en la serrería del Carmen, rehabilitada como centro deportivo, sus bóvedas y paredes sirvieran para que el artista José G. Palomar pintara los Bañistas de Matisse.

Herrera presenta un conjunto de obras de dimensiones diversas, que dan forma y contenido a una colección de pinturas que incorporan el collage como método de trabajo. Composiciones en las que el ritmo y la distribución espacial hacen referencia a una reconstrucción de los signos pictóricos. “Destaca el color, la escala y las proporciones, en una deliberada composición que busca formar algo completo con partes diversas, como señales y sombras, que al superponerse devuelven emocionados nuestros recuerdos”, ha explicado el crítico de arte, Tito Llopis.

Para Herrera, pintura y arquitectura son dos actividades con coincidencias y encuentros, pero que responden a disciplinas y métodos propios. No se muestra como un arquitecto pintor, sino como un amante de la pintura que retoma con emoción renovada el recorrido por las obras que le han causado impresión. “He pretendido extraer del conocimiento total de la tradición, el sentimiento razonado e independiente de mi propia individualidad”, ha señalado.

El arquitecto ha señalado que coincide con el pintor Gustave Courbet, -fundador del realismo-, en su pretensión de extraer del conocimiento de la tradición “el sentimiento razonado e independiente de nuestra personalidad”.

Herrera presenta el viernes una parte de su obra menos conocida en la exposición Signos de vida en la sala Electropura, de Russafa, hasta el 31 de julio.