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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aire fresco

Las elecciones municipales han permitido superar la pretendida división nacional planteada por los independentistas y abordar propuestas sociales para salir de la crisis

En Cataluña no hay las suficientes condiciones democráticas para llegar a una solución negociada sobre la relación Cataluña-España”. Esta opinión la oí en una charla informal con personas del mundo académico, económico, periodístico y social. Lo que podríamos llamar una representación de la sociedad civil catalana que no busca el enfrentamiento sino el diálogo. Lo grave del caso es que en ningún momento esta afirmación fue contestada, al contrario, se trufó de ejemplos que corroboraron esta falta de “libertad de opinión que no de expresión”, que padecemos en Cataluña.

Desde el Gobierno catalán, con el respaldo d'ERC, CiU y CUP, los medios de comunicación públicos (TV-3 y Catalunya Ràdio) y la caverna mediática privada catalana, nos imponen un mensaje único, el de que no hay vuelta atrás y que es imprescindible conseguir la independencia para vivir más felices y ricos. Hay, sin embargo,, mucha gente en nuestro país que está muy preocupada por esta deriva que, a pesar de no ser mayoritaria, tiene los resortes mediáticos, políticos y sociales para imponer su hegemonía en una población atónita, cada vez más descreída y que no comprende cómo no se habla de los problemas reales del país, cómo no se ponen sobre la mesa política soluciones para acabar con la pobreza y las desigualdades que cuartean la cohesión social de Cataluña.

Es necesario que las opiniones de la sociedad civil, que prefiere la negociación a la desconexión, se alcen como altavoces. Muchas voces que se revuelvan contra el pensamiento único independentista, que denuncien la manipulación de algunos medios de comunicación públicos y privados, que se avergüencen de la poca altura institucional del presidente de la Generalitat con su media sonrisa mientras se silbaba el himno español, que no acepten la división simplista entre unionistas e independentistas. Todo el mundo sabe, y los independentistas también, que la independencia no llegará a través del llamado Procés, o de proclamar, de manera poco democrática, que los comicios del 27-S (si es que se celebran) sean plebiscitarios, o por una declaración unilateral de independencia del Parlamento catalán. Sólo puede llegar a partir del consenso y de la libre decisión de la ciudadanía catalana.

Este soplo de aire fresco tiene que convertirse en un vendaval que elimine de la escena política a quienes ahora gobiernan Cataluña y España

No todo está perdido, hay esperanza. Las elecciones municipales han representado un soplo de aire fresco al superar la pretendida división nacional-plebiscitaria de los independentistas por las propuestas sociales de cómo salir de la crisis. Por eso, en el área metropolitana de Barcelona, CiU, ERC y la CUP han tenido resultados muy malos. Con gran emoción vimos la plaza de Sant Jaume de Barcelona llena de personas alegres e ilusionadas que querían ser protagonistas de la llegada de la izquierda política y social al Ayuntamiento. Gente de todas partes, también de los barrios populares, que sin necesidad de banderas reclamaban un presente sin injusticias ni desigualdades.

Este soplo de aire fresco tiene que convertirse en un vendaval que elimine de la escena política a quienes ahora gobiernan Cataluña y España que, con su intransigencia, su incapacidad para dialogar y su vuelo gallináceo, nos han puesto al borde de la ruptura.

Es necesario que las fórmulas de unidad de la izquierda social y política, que se han extendido por toda la geografía española, se repitan en las elecciones autonómicas catalanas y las generales españolas. Se trata de dar el impulso popular necesario para reconstituir la democracia, con reformas constitucionales y políticas que fortalezcan el Estado del bienestar y el sector público. Y avanzar hacia un modelo socio-económico sostenible y fiscalmente progresivo que permita implantar una renta básica, repartir el trabajo para eliminar el desempleo y luchar contra la corrupción a base de transparencia.

El diálogo es imprescindible, forma parte del ADN de la democracia y la política. También para el que anhela una Cataluña independiente, que sólo puede reclamar a tavés de un proceso democrático, abierto y plural, sin hojas de ruta predeterminadas por espurios intereses políticos y electorales, donde un libro blanco, elaborado por personas independientes, establezca los pros y contras de esta decisión y permita a la ciudadanía catalana opinar y decidir de forma libre y sana.

Estamos a tiempo de evitar la ruptura social y territorial. La ciudadanía ha recuperado la ilusión, vuelve a sentir la democracia popular, se siente protagonista del presente y a la vez esperanzada en el futro que podrá decidir.

Joan Boada Masoliver es profesor de Historia

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