Nueva etapa del municipalismo
4 de las 5 alcaldías de las ciudades más pobladas de España ha recaído en personas que no son de los grandes partidos tradicionales
Estamos iniciando una nueva etapa del municipalismo? Como casi siempre que se utiliza el dilema nuevo-viejo, la tendencia es a simplificar y a encasillar fenómenos y situaciones muy distintas en un mismo esquema de análisis. Ayer se constituyeron miles de gobiernos municipales. ¿Cuál es la novedad? Algo que resulta innegable es que hay mucho más pluralismo político en los Consistorios. En algunos sitios, como Mataró, se ha llegado a nueve formaciones políticas con representación. Esto preocupa a algunos, que inmediatamente califican el nuevo escenario como de “lío”, “confusión” o de “ingobernabilidad manifiesta”. Lo que resulta claro es que mucha gente ha decidido cambiar la orientación de su voto, y cansada de ser defraudada día si día también, ha buscado otras alternativas. Probablemente sin estar muy seguro de lo acertado de su decisión. Pero dispuestos a probar lo nuevo antes que seguir confiando en lo ya sobradamente conocido. Los trucos tradicionales de “cuidado que vienen los malos” no han servido demasiado esta vez. Probablemente porque los sospechosos habituales estaban distribuidos en casi todos los partidos tradicionales.
Los trucos tradicionales de “cuidado que vienen los malos” no han servido demasiado
Otra novedad es la configuración de procesos que mezclan partidos, con plataformas ciudadanas y otras agrupaciones surgidas de dinámicas de lucha o movilización que si bien respondían a problemas diferenciados (desahucios, recortes en sanidad o educación, estafa en preferentes,…) han encontrado en estas confluencias locales (muy diversificadas en cada lugar) un espacio en el que proyectar sus reivindicaciones y cabreos, buscando cambios efectivos en las instituciones. Han sido más sólidas las que han podido construirse con más tiempo, y han acabado con más problemas y con mayor sensación de simples pactos de conveniencia las que se han configurado a última hora.
Se ha producido asimismo una notable alteración de la agenda. En el debate electoral no se ha perdido mucho tiempo discutiendo sobre si el Ayuntamiento tenía o no competencias en este o en aquel tema. Se ha seguido la máxima de José Angel Cuerda (exalcalde de Vitoria): “Donde acaban mis competencias, empiezan mis incumbencias”. Y así candidatos de todo pelaje han aceptado discutir de salarios, de rentas básicas, de cómo parar desahucios, de asegurar la escolarización 0-3, tengan o no competencias para ello, sin miedo a la gran recentralización del PP que restringe enormemente el campo de maniobra de los municipios. El deterioro del bienestar es evidente y se exige respuestas a quien tengas más a mano. Y puestos a que no te hagan caso te organizas para conseguir que algo pase.
Ese es otra manifestación del cambio. La que surge de no limitarse a tratar de modificar las leyes o políticas de las instituciones, o reaccionar contra sus decisiones, sino dar un paso al frente y mostrarse dispuestos a entrar en el juego de representación política, para evitar que se continúe utilizando el poder para castigar a la población y además haciéndolo en su nombre. Menos ceremonia y más contenido. Menos rito y más ir al grano. Combinando el hacer dentro de la institución, con el seguir presionando fuera. Las formas también están cambiando. La jerarquía, el esperar que te informen o te dejen hacer, cuando esa intermediación no solo no sirve de mucho, sino que además oculta privilegios injustificados, cae hecha trizas en la medida que hay nuevos instrumentos que permiten organizarte, difundir información propia y generar espacios alternativos. Y eso es más fácil hacerlo a escala local que a otras escalas. La combinación entidades, movimientos y redes sociales genera efectos múltiples que permiten construcción de procesos que se escapan de los radares y tentáculos de las organizaciones políticas convencionales y de los grandes medios de comunicación.
Estos son algunos de los factores que han influido, en mayor o en menor medida dependiendo del lugar y de la erosión de los que mandaban, en los cambios que se han ido produciendo en muchos municipios. Destaca sin duda el hecho que cuatro de las cinco alcaldías de las ciudades más pobladas de España recaigan en personas que no forman parte de ninguno de los grandes partidos tradicionales. Pero podemos encontrar otros muchos ejemplos aquí y allá. Deberemos ver ahora como van asentándose estas nuevas formaciones, qué estabilidad logran esos pactos, muchos de ellos relativamente frágiles, y sobre todo qué capacidad tienen de responder a las esperanzas e ilusiones de mucha gente que ha votado cambio. Dispuestos a equivocarse y a aceptar errores por exceso de inexperiencia, pero quizás menos dispuestos a volver a ser engañados.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.
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