Bailando sobre patines
La Rolling Disco de Chamartín recupera el espíritu de los ochenta en su reapertura
Hubo un tiempo en el que en el ático de la estación de Chamartín, las luces de neón parpadeaban al ritmo de la música. Los chavales acudían allí a echar la tarde, a ligar y a bailar. Pero encima de unos patines. La Rolling Disco, punto de referencia de los patinadores madrileños durante los ochenta y buena parte de los noventa, ha reabierto tras casi dos décadas cerrada. Con la misma estética de entonces, esta noche organiza una fiesta especial con música disco.
Unos cuantos alumnos dan vueltas sobre el suelo de parqué. Es un día entre semana por la tarde y la sala, que ha cambiado el nombre de Rolling Disco por el de Rolling Dance and Burguer en esta nueva etapa, respira tranquila, sin luces ni apenas música. Pero la estructura, con 900 metros cuadrados y capacidad para 1.000 personas, es prácticamente la misma que la de aquella discoteca para rollers que cada tarde se llenaba durante los años de la movida madrileña. El suelo de parqué, la cabina para el dj, el almacén de patines de cuatro ruedas con estampado de leopardo… Los dueños han querido mantener la estética ochentera en esta nueva etapa, que arrancó en noviembre con la reapertura.
El fenómeno 'roller'
La estructura ya existía y la idea había funcionado muy bien en el pasado. Eso, unido al auge de la afición por el patinaje en los últimos años, empujó a los responsables de la pista rolling de Chamartín a reabrir el recinto. En su anterior etapa, apenas se veían solo patines de cuatro ruedas. Ahora, las opciones son casi infinitas: patinaje en línea, roller dance, roller fitness...
También el roller derby, un deporte de contacto y estrategia importado de EE UU que ya tiene en Madrid varios equipos e incluso una liga. Las patinadoras comienzan cada partido deslizándose sobre la pista en el sentido contrario al de las agujas del reloj. Van juntas, formando lo que llaman un pack, y su objetivo es que el equipo contrario no las adelante.
En febrero, las madrileñas Black Thunders se enfrentaron al equipo vasco Euskal Okela en Chamartín. "Se echaba de menos en espacio así en Madrid. Estábamos emocionadas", cuenta Dulce Martín. El equipo quiere jugar otro partido allí y hoy harán una exhibición en Getafe como actividad previa al festival Mulafest. "En nuestro caso, este deporte es también un espectáculo. Han captado totalmente el concepto de ir a ver un partido, a tomarte una cerveza y a pasar la tarde con tus amigos".
Ha hecho falta, sin embargo, modernizar algunos detalles. Los neones de entonces se han sustituido por leds y bombillas de bajo consumo. Los colores no son tan llamativos. Los sillones tapizados en blanco y negro para tomarse una hamburguesa, al estilo de los diner americanos, rodean ahora la pista. Y los que conocieron la discoteca en sus años de éxito echan de menos la bola de cristal que colgaba sobre la zona de patinaje, donde Antonio Mercero rodó una escena para su película La próxima estación, que se estrenó en 1982. Más tarde, en la década de los noventa, el parqué se sustituyó por el hielo, antes de que la sala cerrara durante 18 años.
Ahora, como entonces, el nivel de los rollers que se lanzan a la pista es dispar: hay principiantes, aficionados y auténticas virguerías sobre ruedas. La sala organiza sesiones de patinaje cinco días a la semana. Los lunes y los martes están reservados para las clases —la escuela tiene 40 alumnos y en septiembre quieren empezar a colaborar con colegios—, mientras que los domingos son para las familias. Los responsables del recinto querían recuperar el legado de la antigua Rolling Disco a través de esos adolescentes que, hoy ya en los 30 y los 40, vuelven a patinar, ahora acompañados de sus hijos.
“Es como volver a la juventud”, afirma Óscar Antequera, uno de esos chavales que con 14 y 15 años se pasaba el fin de semana dando vueltas sobre la pista. Ahora, con 38, vuelve a pisar la Rolling de Chamartín, por lo menos una vez al mes, con sus sobrinos y su hermano. “Prácticamente no ha cambiado. Tiene la misma esencia de las pistas americanas... pero ahora ponerme los patines cuesta bastante más”.
Los sábados, a partir de las 20.00, esos patines son solo para los mayores de edad. La de esta noche es una sesión especial en la que Linda Mirada, Arturo Expósito y El cuerpo del disco pincharán música disco de los setenta y los ochenta. La semana pasada ya se rindió homenaje a la década de la movida y esta vez, sus promotores buscan dar a conocer el recinto, pues muchos ignoran todavía que ha vuelto a abrir su pista de patinaje. “Queremos acercar a la gente del centro a Chamartín, darles una excusa para juntarse aquí, porque les cuenta mucho salir de su entorno”, explica Eloi Vázquez, de El cuerpo del disco.
“En los clubs se ha perdido esa costumbre de ir a bailar y a escuchar la música que te gusta”, apunta Ana Naranjo, la voz detrás de Linda Mirada. Ella también patina desde que era niña y de ahí le viene su “devoción” por la música funky. “Me pasaba los veranos en una pista que ya cerraron. Ahora me emociona la idea de poder patinar con la música a todo trapo. Y el de la disco es el mejor tempo para bailar”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.