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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tocando el cielo

Volvió James Taylor al Festival del Mil.lenni para firmar en un Liceo abarrotado uno de los mejores conciertos que se han visto por aquí en mucho tiempo

James Tylor durante su concierto en Barcelona.
James Tylor durante su concierto en Barcelona.Martí E. Berenguer

Volvió James Taylor al Festival del Mil.lenni (donde ya triunfara por todo lo alto hace un par de años) para firmar en un Liceo abarrotado uno de los mejores conciertos que se han visto por aquí en mucho tiempo. Sencillamente sensacional. Y, además, ofrecido sin el mínimo aderezo prefabricado, simplemente un puñado de buenas canciones servidas sin estridencias, sin trampas ni fuegos artificiales en un escenario vacío, por un grupo de músicos de altura secundando a una de esas personalidades que comunican con su sola presencia y enamoran por su cercanía y su naturalidad. Simple, directo y tremendamente efectivo.

Un James Taylor que para completar esa cercanía que ya desprenden sus interpretaciones se pasó los veinte minutos del intermedio sentado entre el público de la platea firmando autógrafos y haciéndose fotos con todo el que quiso acercarse.

Ataviado en tonos grises, gorra hasta las cejas, perilla canosa, guitarra acústica entre las manos, botellín de agua y taburete, comenzó como quien dice por el principio mismo recordando la canción que cantó para Paul McCartney y George Harrison en 1968 y le valió su primer contrato discográfico con Apple. Something in the way she moves sonó con pasmosa actualidad y pareció natural que siguiera una canción de su último plástico, casi medio siglo las separaba, ni se notó.

FESTIVAL MIL.LENNI
James Taylor
Liceo, 14 de marzo.

En realidad todo el concierto fue un ir y venir por la carrera de Taylor realizado sin el mínimo sobresalto. Incluso regresó otra vez a sus inicios para recuperar la inolvidable Carolina in my mind en una versión tórrida secundado por un trío vocal de gran envergadura. Si el trío vocal era bueno, los otros cuatro músicos rozaban el ideal, Taylor los presentó como la mejor banda del mundo, con una leyenda como Steve Gadd marcando el ritmo, Larry Goldings en plan maestro con los teclados y el acordeón, el bajo seguro de Jimmy Johnson y la lacerante guitarra de Michael Landau estremeciendo en cada tema.

Taylor tomó en un tema la guitarra eléctrica (y se defendió bastante bien), tocó la armónica, se paseó de la balada casi country al rhythm and blues con toques de gospel, versionó a Buddy Holly (Everyday) y hasta se desmelenó con algún exceso rockero. Prácticamente todos los temas fueron recibidos con aplausos al ser reconocidos y el público hasta le cantó el happy birthday con dos días de retraso. Shed a little light, en memoria de Martin Luther King, puso a todo el personal de píe que así siguió cantando How sweet it is y, al final, el Liceo se vino abajo con una versión tan sencilla como emotiva de You've got a friend con una breve improvisación barcelonesa incluida.

Casi dos horas y media tocando el cielo.

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