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FALLAS 2015

El papeleo está que arde

Las nuevas legislaciones de vía pública y seguridad obligan a las comisiones falleras a duplicar la burocracia

Cristina Vázquez
Carpas instaladas al lado del Mercado de Colón para uso de las comisiones falleras.
Carpas instaladas al lado del Mercado de Colón para uso de las comisiones falleras. José Jordán

Nos aprietan mucho. Las leyes están encorsetando tanto la fiesta que al final...”, deja en el aire el presidente de una comisión fallera del barrio de Benicalap ante el creciente papeleo que afronta este colectivo. La fiesta se siente cada vez más constreñida, desbordada por la burocracia, y el resto de ciudadanos asisten impávidos al asalto cada vez más temprano de la calle por parte de los falleros, con cortes de tráfico y carpas por doquier desde principios de marzo. En la ciudad se forman dos bandos: los falleros y los vecinos afectados por las fallas. El diálogo se torna sordo y las posturas, irreconciliables después de años de manga ancha con la fiesta.

 Los niños ya no bajan a la despertà “porque para tirar bombetas [artículo pirotécnico inofensivo] no vale la pena el madrugón”, se quejan los festeros, que tienen que hacer cursillos y recibir certificados para manipular unos artículos pirotécnicos que conocen de siempre. Para montar las carpas, un escenario de verbena o los castillos hinchables infantiles se precisan visados de arquitectos e ingenieros y, tras el sorpresivo peinado fiscal ordenado por el ministro Cristóbal Montoro en 2013, hay que tener las declaraciones de IVA al día. Es el punto de vista de un colectivo que levanta a pulso una fiesta que ha presentado su candidatura a Patrimonio de la Humanidad ante la UNESCO.

Las Fallas de 2015 son las primeras fiestas con la nueva ordenanza municipal de vía pública en vigor. Aprobada en 2014, el texto provocó un auténtico revuelo en el mundo fallero por su minuciosidad. La norma obliga, por ejemplo, a instalar tres urinarios por cada 500 personas en actos públicos, cuando lo normal son 230 a pesar del aluvión de visitantes que soporta Valencia. Las carpas deben dejar un pasillo de tres metros para las vías de emergencia, el cocinado de paellas en la calle se permite pero sobre el pavimento hay que colocar una capa de arena de 20 centímetros y nunca se debe enceder fuego a menos de cinco metros de superficie verde o arbolada. Son requisitos que tienen que ver con la seguridad, por lo que los falleros tienen difícil una cruzada contra asuntos que son de sentido común. Ahora la documentación se pide anticipadamente, cuando otros años había más laxitud.

Los certificados cuestan desde los 50 a los 400 euros, depende de si tienes el lote completo —carpa, escenario de verbenas e hinchables, zona de actividades—.

Las verbenas —permitidas hasta las cuatro de la madrugada— son las que traen más de cabeza a la policía. Con la del día 18, que es la de despedida, los delegados falleros tienen que sacar a la gente a empujones para cumplir el horario a rajatabla porque la nueva regulación solo da 30 minutos para cerrarla. “La gente tiene ganas de fiesta, no quiere irse a casa; y la policía controla al minuto, sobre todo si hay denuncias de los vecinos por exceso de ruido.

La limpieza de la calle es otra de las obligaciones impuestas a los falleros, como a todo aquel que tiene autorización para celebrar actos en la vía pública. “Antes los barrenderos [se entiende que municipales] nos limpiaban la plaza y los invitábamos a un buen almuerzo”, prosigue el fallero de Benicalap. Las cosas han cambiado y uno recoge lo que ensucia. “Estamos cerca de un BIC [Bien de Interés Cultural] y barremos cuando se cierra la carpa”, describe la secretaria de otra comisión fallera de Ciutat Vella. La gente colabora y acaba reciclando hasta los vasos. Colocan cubos por fuera y los falleros se conciencian y tienen cuidado. “El otro día, cuando la gente se fue, solo quedaban las colillas y las recogimos todas a las cinco de la mañana”, añade la delegada de Infantil. “Nosotros no hemos notado nada del año pasado a este”, concluye la directiva, que flipaba cuando asumió la secretaría de la falla hace dos años. “En mi trabajo estoy acostumbrada al papeleo; no me asusto fácilmente, pero con la falla todo es mucho papel, mucho papel, mucho papel....”, prosigue.

No es una falla problemática, cumple con las normas, no tiene un historial de denuncias y envía una carta a los vecinos informándoles de su actividades. No se sienten afectados por la nueva ordenanza porque no disponen de zona de fuegos ni de actividades. A la hora de los trámites, si no has cambiado la ubicación de la carpa ni sus dimensiones, el mecanismo es el mismo de siempre.

Félix Crespo, concejal responsable de la ordenanza, resta hierro al impacto de la ordenanza porque durante los días de fiesta la ciudad se rige por el bando de Fallas, no por la recién aprobada norma. El bando permite los cortes de calles para la instalación de más de 700 monumentos falleros en la calle. Permite la instalación de carpas, verbenas hasta las cuatro de la madrugada.

“Quizás al principio asustó un poco, pero muchos de los requisitos ya se pedían antes. Lo único que hemos hecho es compendiarlo todo en una sola ordenanza”, resume Crespo. “No hay tanta incidencia”, agrega el concejal sobre el impacto de la ordenanza en el mundo fallero. “Son todos elementos de seguridad”, aprecia.

El bando municipal, que prima sobre las normas municipales, lima las asperezas de la ordenanza y se muestra más benevolente con las fallas.

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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.

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