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Rock | The Long Ryders
Crónica
Texto informativo con interpretación

Elogio de las canas

Sid Griffin regresa espléndido de sonido, pulso y pegada a The Long Ryders

No es frecuente encontrarse con un líder rockero que luzca media melena argentada, camisa blanca, corbata y tirantes. Las canas en sí mismas carecen de mérito: solo requieren tiempo y una cierta fortuna. Pero el flequillo que peina Sid Griffin es testigo de un sabio aprovechamiento de los años. Su dueño escribió páginas enormes con The Long Ryders en los ochenta, tuvo el ingenio de reinventarse con The Coal Porters, ha ejercido la escritura musical con sabiduría minuciosa (consulten las anotaciones a The basement tapes) y ahora regresa a sus Ryders sin conformismos. Espléndido de sonido, pulso y pegada. Ejemplar en su acercamiento a un rock con raíces que, sin reinventar, enriquece espectacularmente.

Se habían agotado las entradas para el jueves en El Sol tiempo ha, sabedora la parroquia de que los angelinos llevaban tres lustros de paréntesis. Y ese remite de California quedó patente desde la inaugural Tell it to the judge on Sunday, un tipo de canción que desde los Beach Boys hemos escuchado miles de veces. Existe una veta más convencional, ligera y divertida en la escritura del cuarteto, la misma que convierte Run dusty run en un tema propicio para Dave Edmunds. Pero las posibilidades son numerosas, como demuestra Stephen McCarthy cuando asume su nítida voz cantante para Lights of downtown. O cuando el bajista Tom Stevens evoca en Years long a un Tom Petty algo agónico.

Pero las más sustanciosas esencias se destapan en el fabuloso segundo tercio de la noche, cuando la banda agudiza las armonías vocales y el índice del country alternativo. Ivory tower es un medio tiempo extraordinario, incluso sin la voz de Gene Clark, y I can’t hide invita a ese mismo embeleso que suscitan The Jayhawks en sus mejores noches.

Griffin, McCarthy y compañía no bajaron la guardia y terminaron honrando a The Byrds con Have you seen her face?, por aquello de explicitar una herencia muy evidente. Las canas de Sid se balanceaban durante el festín final de Looking for Lewis & Clark, pero seguramente todos nos sentimos rejuvenecidos.

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