Eñe y juventud
Los escritores en busca de editor se dan cita en el festival literario del Instituto Cervantes
Sabemos que la literatura es un vicio solitario, que media entre el que escribe solo en su escritorio y el que, después de toda la cadena productora del libro (editores, libreros, distribuidores, etcétera), lee solo en su sofá de su casa. La puesta de escena de la literatura (lecturas, presentaciones, mesas redondas) no es tan atractiva como un concierto o una obra teatral porque la literatura en estado puro ocurre en soledad: festival literario puede sonar a oxímoron.
Pero en el Festival Eñe tratan de darle fuste a todo esto y organizan una fiesta precisamente para toda esa cadena que hace que los libros sean posibles.
Por eso, varios espacios del Círculo de Bellas Artes serán invadidos este fin de semana por 60 autores nacionales: mejor no hacer una lista porque casi seguro que ese en el que usted está pensando asistirá. En el festival, que organiza la revista Eñe, editada por La Fábrica, los autores noveles podrán encontrar editor, se verán los títeres del festival Titirimundi, el poshumor de Miguel Noguera, lecturas poéticas, conciertos o asistir a talleres, en un evento que trata cada año de atraer también a los más jóvenes.
También a los jóvenes, en este caso artistas incipientes, se quieren acercar los Gobiernos de la Comunidad de Madrid desde hace 25 años con los llamados Circuitos de Artes Plásticas.
Esta edición, que cuenta con Javier Duero como comisario en la Sala de Arte Joven, trae a los 10 artistas seleccionados este año, cosa importante cuando la juventud creativa se queja de la falta de espacios expositivos para salir adelante en su labor. A ella se podrá acceder hasta el próximo 18 de enero.
También joven, aunque sobradamente reconocido, es el ilustrador parisiense Benjamin Lacombe, que trae sus obras, entre inocentes y siniestras, al Museo ABC de la capital. El artista francés esta vez se centra en la conocida figura de Madama Butterfly.
A partir del viernes y hasta el 1 de marzo se podrá ver su reinterpretación visual de la ópera de Puccini (y de las literaturas precedentes) en una versión “todavía más dramática”, según asegura el museo, de la triste historia de amor entre una geisha y un oficial estadounidense que nunca pudo ser.
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