Juicio a 26 integrantes de la banda del difunto narcotraficante Patoco
La mayor red de transporte en Galicia fue desmantelada cuando intentaba desembarcar 7,9 toneladas de coca que había concertado Abal Feijóo antes de morir en accidente
En la sede de la Audiencia Nacional de San Fernando de Henares, en Madrid, arranca mañana uno de los más importantes macrojuicios por narcotráfico de la última década. Se sientan en el banquillo los 26 presuntos integrantes de la mayor red del transporte que operó en Galicia y que lideró Manuel Abal Feijóo, alias Patoco, hasta su muerte en accidente de moto en noviembre de 2008.
La banda de Patoco fue desmantelada tras intentar el desembarco en apenas un mes de dos cargamentos de cocaína de 7,9 toneladas, valorados en 270 millones de euros, que había concertado Patoco con sus proveedores colombianos antes de morir y que acabaron uno detrás de otro en manos de la policía. Fue la más exitosa operación policial contra el transporte de droga, la Tabaiba, que frenó en secó la mayor oleada de descargas que se recuerda en las rías gallegas.
El fiscal antidroga Javier Redondo solicita para los acusados penas de hasta 23 años de cárcel para cada uno por narcotráfico y pertenencia a organización criminal que suman más de 300 años de prisión y multas que superan los 5.000 millones de euros. Por primera vez, en este proceso se juzga a los que “conscientemente” vendieron planeadoras, motores y todos los instrumentos y pertrechos de navegación al grupo para operar en el tráfico de drogas.
El hermano del difunto jefe, Benito Abal, y Gregorio García Tuñón, amigo y hombre de confianza de Patoco, intentaron reflotar la banda junto a otros conocidos por su vinculación con el narcotráfico como Baltasar Vilar Durán, Juan Carlos Fernández Cores o Andrés García Gesto.
Según el escrito de acusación del fiscal, el fallecido Manuel Abal Feijóo dirigía una organización criminal asentada en la zona de Vilagarcía de Arousa que había establecido la infraestructura necesaria para dedicarse a acondicionar embarcaciones del tipo planeadoras de gran potencia para recoger importantes partidas de cocaína en pleno Atlántico. Droga que trasladaban con barcos nodriza hasta allí las organizaciones sudamericanas con las que, a cambio de dinero o de una parte de la droga, se concertaba un trasvase a las lanchas. El cargamento se transportaba hasta la costa gallega y, o bien se introducía directamente en tierra, o se trasladaba a embarcaciones de menor porte que lo de llevaban a las playas. Para ello también contaba con un barco pesquero que repostaba combustible a las planeadoras en alta mar.
La organización disponía de varias naves estratégicamente situadas en fincas con acceso directo al río Ulla, donde escondía las embarcaciones, sus motores y los enseres, además del combustible. Allí los técnicos preparaban las lanchas con todos los pertrechos necesarios para surcar el océano y adonde regresaban para ocultarse después de haber realizado los alijos.
La banda de Patoco estaba perfectamente jerarquizada y cada uno de sus miembros tenía su cometido. Unos se dedicaban a todo tipo de trabajos en tierra para la puesta a punto de las planeadoras; otros colaboraban en los desembarcos de la droga en la costa, mientras un amplio pelotón se desperdigaba por zonas estratégicas para realizar labores de contravigilancia a la policía y sobre los medios aeronavales de Aduanas.
El grupo policial Greco Galicia comenzó a investigar a la organización un año antes de que Abal Feijóo perdiera la vida. La banda acababa de introducir un alijo y se ordenaron varios pinchazos telefónicos al grupo donde se supo de la mayor aventura de Patoco: el encargo a unos astilleros de Milán (Italia) de la mayor y mejor equipada lanzadera que en día y medio recogía los cargamentos en mitad del Atlántico y que apareció varada en una playa de Nigrán en 2009. Este encargo le costó el procesamiento al empresario náutico José Campos Rivas, que era el importador único para toda España de la firma Sacs.
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